El territorio es mucho más que el suelo físico: es el mapa trazado por la historia de pueblos que han vivido allí desde cuando el tiempo era el aliado del origen y el destino propio. El territorio no es el mero suelo, la tierra física, sino el lugar contorneado y marcado por mediaciones simbólicas intensas que dibujan la cartografía del hábitat y habilitan efectivamente un sitio para el desarrollo de sus particulares formas de vivir, crear, creer y crecer colectivamente. El territorio es la zona que cautela los restos de los antepasados, provee los alimentos exactos que el pueblo necesita y configura el hábitat donde se reconocen comunidades diversas, vinculadas no sólo por linajes de sangre, sino por constelaciones de sentido.

Ticio Escobar

Profesor y crítico cultura paraguayo

 

Los ayoreos totobiegosodes («gentes del lugar de los cerdos salvajes») viven en el norte del Chaco paraguayo, en una enorme extensión de montes y bosques que se extiende desde Paraguay hasta más allá de la frontera con Bolivia. Los totobiegosodes forman el grupo ayoreo tradicionalmente más aislado y combativo. Hoy siguen luchando para que sus territorios en el Chaco —que están siendo deforestados con mucha rapidez— no sean destruidos por especuladores madereros y terratenientes ganaderos.

Varios grupos pequeños de ayoreos totobiegosodes siguen viviendo aislados y sin contacto con el mundo occidental en el interior de las selvas del norte del Chaco paraguayo. Se resisten a rendirse frente a la agresiva civilización occidental que no solo destruye sus tierras, sino que también les amenaza con la desaparición. No es un problema nuevo. En 1979 y 1986 el grupo fundamentalista estadounidense Misión Nuevas Tribus (MNT) ayudó a organizar «cacerías humanas» en el Chaco paraguayo, en las que, por la fuerza, se sacó del bosque a un gran número de ayoreo totobiegosodes. Muchos murieron en ese momento y otros sucumbieron más tarde a las enfermedades y también a los problemas derivados de la aculturación.

Posteriormente, otros grupos de ayoreos totobiegosodes se vieron forzados a salir del bosque en 1998 y 2004, ya que las invasiones y la deforestación de sus territorios les forzaron a abandonar su vida y concentrarse en lugares como Campo Loro o Chaidi, la comunidad que visitamos en esta historia acompañados de Tagüide Picanerai, el primer ayoreo universitario.

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Además de los problemas derivados de la destrucción de sus tierras y de la falta de agua, la mayor amenaza actual a la que se enfrentan los ayoreos totobiegosodes se llama Yaguareté Porã. Es una empresa brasileña que «posee» 78.000 hectáreas en el corazón del territorio ayoreo y pretende talarlas para hacer pastos ganaderos. La historia se repite desde hace años: muchas tierras ayoreo tradicionales han pasado a ser «propiedad» de terratenientes ganaderos (algunos de ellos menonitas locales del Chaco y otros poderosos empresarios paraguayos y brasileños) que talan los bosques para extraer maderas valiosas, primero, y poder introducir la ganadería, después, en una zona en la que, por sus condiciones geoclimatológicas, no se puede plantar soja de manera extensiva, como sucede en otras áreas de Paraguay.

Protesta de colectivos ayoreos ante la fiscalía regional de Filadelfia, en el Chaco paraguayo.

Los indígenas ayoreos exigen la titularidad de su territorio, ya que sin su bosque no pueden alimentarse ni subsistir. Y, como los que viven en Chaidi, están muy preocupados por la supervivencia de sus familiares no contactados que aún viven de forma aislada y cada vez más arrinconados en el interior de los bosques del Chaco; intentan protegerlos desesperadamente de «las bestias con piel de metal» que, con forma de grandes excavadoras —aquí llamadas «topadoras»—destruyen sus bosques ancestrales mientras las autoridades paraguayas parecen mirar para otra parte.

La Constitución y todas las leyes del país, así como los acuerdos internacionales, reconocen que el área reclamada por los ayoreos debería ser de titularidad indígena hace años, pero en esta parte de Paraguay la ley no se cumple, al menos, para las «gentes del lugar de los cerdos salvajes».

Una visión de la cosmogonía ayoreo

 


Fotografías de Marta García, ilustraciones de Mario Trigo

Con la colaboración del Centro Cultural Juan de Salazar de España en Asunción