El escritor mexicano Juan Villoro presenta en Barcelona la edición española de su libro Palmeras de la brisa rápida, un viaje a Yucatán que editamos en Altaïr. Se trata de una obra clave para entender la narrativa de Villoro y un ejemplo de crónica repleta de ironía que conversa con el lector entre aforismos inesperados, frases redondas y felices.


Juan Villoro se disfraza de turista de lo cotidiano en Yucatán, la tierra de su abuela, una carismática señora que hubiera querido ser cantante de ópera y que fue la única persona a la que Villoro ha visto «llorar sin sentirse mal».

Palmeras de la brisa rápida es un libro de prosa sonriente y ritmo velozun viaje sentimental y narrativo a Yucatán, el territorio de los mayas, la península más nueva del planeta y uno de los lugares más desconcertantes de México.

Palmeras de la brisa rápida es un libro repleto de ironía y asombro; un libro chispeante, agudo y muy divertido que se apodera del lector al paso de cada página. Eso sí, como escribió la crítica Fabienne Bradu en la revista Vuelta, «se sospecha que el humor de Villoro es un caparazón de defensa sentimental al intentar reconquistar las palabras de su abuela» y de aquel tiempo juvenil en el que un pequeño Juan era el Cid Campeador de Mixcoac. Así, y a pesar de su gran humor, Palmeras de la brisa rápida también puede leerse como el relato de un fracaso: el Yucatán que descubre Juan Villoro poco o nada tiene que ver con el que le contó su abuela.

Yucatán: el territorio de los mayas, la península más nueva del planeta y uno de los lugares más desconcertantes de México

Villoro come picante como sólo se come picante en Yucatán.

Villoro sufre el calor y suda como sólo se suda en Yucatán.

Villoro bebe café (del bueno y mucho) como sólo se bebe café en Yucatán.

Villoro se descubre a sí mismo como un huach (forastero) y también duerme la siesta como sólo se duerme la siesta en Yucatán en las horas del peor calor húmedo.

Villoro, en definitiva, lee la prensa local, visita las pirámides mayas, se baña en los cenotes como toca; se aplica en el delicado arte de la guayabera y disfruta de los boleros con oído de rockero; turistea como un gringo —you know what I mean— y sonríe con el particular vocabulario yucateco. O sea, como buen viajero sentimental y a diferencia de un explorador, Juan Villoro «deja que sea la vida la que se ocupe de las sorpresas».

Puede que así, durante este viaje sentimental a Yucatán, Juan Villoro aprendiera una lección tan particular como definitiva: la realidad se inventa. Puede que también, en parte gracias a la abuela y a su sublime dominio del artificio, el joven Juan Villoro acabara predestinado a convertirse en un gran escritor, un maravilloso inventor de futuros.

Puede que durante este viaje, Juan Villoro aprendiera una lección tan particular como definitiva: la realidad se inventa

Palmeras de la brisa rápida es, como explica el crítico literario y escritor Jorge Carrión, «el testimonio de un escritor que busca su mito de origen». Para la escritora mexicana Guadalupe Nettel, Palmeras de la brisa rápida es un «relato ágil, inteligente y divertido». Sí, pero es muchas cosas, una obra que sigue apasionando a Enrique Vila-Matas como el día que lo descubrió y que el escritor catalán describe como una «memorable narración con aspecto de obra literaria «menor», sin duda para confundir a todo el mundo».

La lectura de Palmeras de la brisa rápida es una animada conversación con un escritor brillante en la que, como en toda buena charla, se cumple aquello que escribió Italo Calvino: «No es la voz sino el oído lo que guía una conversación».

Leer (en voz alta) y escucharse (a uno mismo) leyendo Palmeras de la brisa rápida es un buen camino para explorar sentencias profundas de esas que Juan Villoro, en la estela de su amado Lichtenberger, pronuncia con la sonrisa del aforismo: «El papel del escritor consiste en preguntar para que otros respondan».

Ese es un rasgo de su estilo literario, único en la literatura actual en español. Escribir con perlas que, como comenta Carrión, son «aforismos inesperados, frases redondas y felices».

Palmeras de la brisa rápida es, como explica el crítico literario y escritor Jorge Carrión, «el testimonio de un escritor que busca su mito de origen»

Villoro sabe que viajar y desplazarse no son sinónimos. Ha descubierto que para viajar bien «conviene no perder demasiado tiempo con los mapas» ya que la geografía real, la de la vida, se mide «con la suela de los zapatos». Y para Carrión, Villoro es un gran cronista porque es un gran observador y es un gran observador porque ha gastado muchas suelas: «Caminar, mirar, escribir: en ese orden».

Explica Carrión que «el viajero Villoro es un narrador todavía más anti-solemne y más irónico que el periodista político Villoro o el cronista deportivo Villoro o el narrador de ficción Villoro o el autor teatral Villoro o el experto en rock Villoro o el erudito en mexicanidad Villoro o el crítico literario Villoro o el autor infantil Villoro —y ya paro—».

Juan Villoro es, sin duda, el inventor de aforismos más dotado e imaginativo de la literatura actual en español y uno de los mejores «explicadores» literarios del México de hoy en día. Sus reflexiones alrededor de su país son casi siempre tan lúcidas como acertadas e irónicas y también en Palmeras de la brisa rápida se advierten dos de sus conceptos clave a la hora de explicar su país: a) «la verdad nunca ha circulado con mucha claridad en el país de Cantinflas»; y b) muchos mexicanos parecen «cansados de soluciones y sólo quieren promesas».

Villoro, en Yucatán, reafirma su idea de que «los mexicanos tienen un sismógrafo en el alma» y, aunque los yucatecos siempre se han considerado un caso aparte, los hijos de la «hermana república de Yucatán» no dejan de responder a los patrones de todo lo mucho y muy contradictorio que significa ser mexicano.

Villoro en Yucatán reafirma su idea de que «los mexicanos tienen un sismógrafo en el alma»

En capítulos como «Antesala» —una maravillosa introducción al particular universo de su abuela—, «Aeroplanos del calor» o «Pasajeros en tránsito» (I y II) se presenta la prosa de un escritor que tiene un estado de ánimo proclive a disfrutar del «arte de entender y hacérselo saber a los lectores».

La escritura de Villoro tiene las características de un estilo único. Como explica Carrión, es «una prosa elástica, que se adapta muy bien al tema que trata. Eso es fundamental en una buena crónica: la sintonía entre la lengua y el tema, entre el estilo y el paisaje humano y moral que se retrata. En eso Juan es un auténtico maestro».

Novelista, ensayista, cronista, guionista de cómics, articulista, cuentista, analista futbolístico, crítico de rock: Villoro es el hombre orquesta de las letras mexicanas. Transitando sin dificultad aparente de lo culto a lo popular, Villoro ha encontrado una manera tan lúdica y crítica como inteligente y divertida de acercarse a esa «articuladora fuerza de lo que no ocurre» que, según él, forja lo mexicano.

—¿Cómo sería México si fuera un país «normal»?— se le pregunta.

—Si fuera un país «normal» no sería México—, responde.

«Tierra firme, el paraíso donde los aviones se vuelven cartas». Juan Villoro vuelva a demostrar en Palmeras de la brisa rápida que es un malabarista de las palabras. Maestro cercano y entrañable de toda una generación de escritores y cronistas mexicanos, Villoro construye pensamientos poderosos con esa seguridad innata que sólo tienen los inventores de aforismos.