Amberes es de esas ciudades «Capital»; con mayúscula. O al menos, puede serlo en muchos sentidos: puede ser capital de los gofres, del chocolate, y de los moules-frites (mejillones con patatas); aunque el cacao, ese olor a masa recién hecha y las cacerolas de marisco inunden también otras ciudades del territorio. Amberes puede ser capital de la cerveza, por las producciones locales de De Konnick y Seef; aunque todas las demás, esas que completan las cartas de bebidas de todos los bares —sin excepción—, tampoco sean autóctonas. También es o puede ser capital del diamante y capital de acogida (como contamos en la anterior crónica); a pesar de que las políticas de la Unión Europea más que difuminar fronteras, levanten muros. Quizás Amberes en realidad solo es Capital, con mayúscula y sin-ningún-pero, de creadores. Capital artística y creativa. Y ciudad hedonista, porque no solo produce, sino que además disfruta. Amberes se presenta como la futura villa candidata en hacerse un hueco en el mapa. Un nuevo núcleo de relevancia en la creación contemporánea —en su sentido más amplio—. Pero este estatus no se consigue así como así. Amberes es una ciudad donde han habitado muchos pioneros, visionarios y revolucionarios. Uno de los más relevantes, tal vez responsable de crear cientos de años atrás este caldo de cultivo, fue Peter Paul. Peter Paul Rubens.

Nico Van Hout es historiador del arte y está especializado en la obra de Rubens; cuenta que el artista marcó un antes y un después en la pintura del siglo XVI y XVII: estaba comprometido políticamente y lo plasmaba a través de alegorías en sus pinturas, tenía dinero y poder, le gustaba viajar y beber de las creaciones que se hacían en otros países de Europa. En definitiva, inspiraba… Pero era un abusón. O un poco. Fue uno de los máximos exponentes de la ola pictórica post-renacimiento: el barroco. Y se lo creyó, claro. Dice Van Hout que el pintor bruselense Philippe de Champaigne declaró, en su momento, que «Rubens colonizaba el arte en Amberes». Una frase que bien podría traducirse como «si quieres ser pintor en Amberes, primero tienes que preguntarle a Rubens», casi de forma literal. Cuando acogía a jóvenes pintores en su estudio para que aprendiesen junto a él debían cumplir dos normas:

1. Que contasen con una base previa y hubiesen trabajado con otros pintores (por lo que cientos de candidatos quedaban a las puertas).

2. Que estuviesen dispuestos a pintar con su mismo estilo.

Algunos de los cuadros que pueden verse en Rubenshuis, la Casa-Museo de Rubens, cobran importancia porque están corregidos, re-pintados, o con pinceladas añadidas del propio Rubens, en un intento por homogeneizar la escena y a todos sus aprendices. Sé barroco, sé como Rubens.

Como artista omnipresente, tal y como lo considera Van Hout, sus huellas son fáciles de encontrar en Amberes, la ciudad en la que vivió durante la mayor parte de su vida y de la que eran naturales sus padres. Después del Rubenshuis, la catedral de Amberes es el lugar en la ciudad que recoge sus obras más espectaculares. En el altar mayor está La Asunción de la Virgen, cuatro metros de recargada Virgen, seguidoras y querubines que dejan ver sus músculos y la forma retorcida de su fisionomía, esa tan rubenesca. También se puede contemplar La resurrección de Cristo, y La elevación de la cruz, el tríptico ante el que todas se detienen y que representa el descendimiento de Cristo de la cruz. Es posible que esta sea una de las piezas más reproducidas de Rubens. El pintor Sam Dillemans residente en Amberes nos enseña, de hecho, su reinterpretación en abstracto. La hizo hace ya años, junto a otras versiones de los grandes maestros, cuenta, porque según dice solo aprendiendo de los genios, del pasado y de la historia, es posible avanzar y crear piezas interesantes.

Pero en Rubenshuis y/o en la catedral también hay obras de Anton Van Dyck, Ambrosius Francken, Frans Floris, Artus Wolffort y un largo etcétera de pintores flamencos menos conocidos o eclipsados por el maestro. En junio comienza Amberes Barroco 2018. Rubens inspira un festival que a través de exposiciones, música, teatro, gastronomía, street art, rutas por la ciudad —y un largo etcétera— tiende un diálogo entre el barroco histórico y los maestros del arte contemporáneo. El programa del festival incluye creadores actuales como Luc Tuymans, Jan Fabre, Barbara Serulus o Johanna Goyvaerts. Un diálogo, con 400 años de distancia, tan multidisciplinar que activará la vista, el gusto, el olfato, el oído y hasta el tacto de los asistentes.

Como no podía ser de otro modo, el festival también da espacio a aquellas, la de aquel momento, que vivían con la doble dificultad de no ser Rubens y de ser mujeres. En concreto, el festival dedica una exposición a Michaelina Wautier una pintora barroca de Mons, Henao, de la que se sabe muy poco. Sin embargo, destacó —todo lo que se podía al lado de Rubens— precisamente porque, como este, mezcló diversos géneros y no se encasilló.

Amberes Barroco 2018. Rubens inspirase engloba dentro del proyecto Maestros Flamencos, que dedica 2018 a la figura de Peter Paul Rubens, 2019 a Pieter Bruegel —del que se tienen pocos datos pero considerado, sin embargo, otro de los iconos de la pintura flamenca— y el 2020 al maestro Jan Van Eyck  que revolucionó el género pictórico europeo en el siglo XV y los Primitivos Flamencos—.

Amberes es ciudad de artistas y las generaciones más jóvenes han cogido el relevo. La Royal Academy of Fine Arts es una de las más prestigiosas de Europa. Aunque Sam Dillemans asegura que actualmente es fácil caer en representaciones simples, que no profundizan en el verdadero sentido de la obra. Entre la inmensidad gótica y la ornamentación barroca también encontramos lo más contemporáneo De man die het kruis draagt del amberino Jan Fabre, una escultura realizada en bronce y silicona que muestra a un hombre que sostiene una cruz gigantesca en su mano derecha. La mano abierta hacia arriba, encuentra el punto gravitatorio para que se equilibre y se sostenga. Y se erige recta hacia el lejano techo de la catedral. Dentro de la Royal Academy of Fine Arts, el departamento de diseño de moda es uno de los punteros a nivel mundial. Johan Pas, rector de la universidad nos explica que esta fama, se debe, por un lado gracias a la antigüedad de la universidad fundada en 1663. Y en concreto gracias a Los 6 de Amberes. Ellos, en grupo, rompieron, muchos años después, la mala costumbre «absolutista» de Rubens: Walter Van Beirendonck, Dries Van Noten, Dirk Bikkembergs, Ann Demeulemeester, Marina Yee y Dirk Van Saene, dieron una vuelta de tuerca a la moda de Amberes entre los 80 y los 90.

Pas explica que se lanzaron a un estilo new age tomando como referencia el punk, la música y la cultura popular e influenciados, también, por las artes visuales. En cierto modo su estilo bajó a la calle, a la tierra, algo como el diseño de moda con tendencia a la élite. Vaqueros, gabardinas largas y cortas, zapatos —elegantes pero combinados con prendas desenfadadas—, tonos arena, grises, negros. Fueron evolucionando hacia el futurismo experimentando con tejidos y formas hasta el momento apartadas. Una suerte de post-mods. Fue en Londres donde ganaron la fama de forma autónoma y pusieron Amberes en el centro del diseño de la moda. A raíz de esto —continúa Pas— Amberes no solo cobró importancia como lugar donde ir a formarse, sino que muchos diseñadores comenzaron a poner aquí sus tiendas.

No es que la alta costura local brille en Meir —una de las calles principales de Amberes— que está llena de tiendas que combinan las marcas —Emporio Armani o Diesel— con apuestas baratas —Primark o H&M—, pero si continuamos subiendo un poco, cerca del río hay una intersección de calles donde sí se respira este ambiente de Los 6 de Amberes: En el chaflán entre Kammenstraat y Nationalstraat se encuentra el establecimiento de Dries Van Noten. Y a su alrededor brotan las flores. Ganterie Boon en la acera de enfrente en una de las calles colindantes, una tienda especializada en venta de guantes fundada en 1884. Al otro lado de la calle la tienda Fish&Chips de un estilo más urbano y joven. A pocos metros en la calle Steenhouwesvest también encontramos tiendas de diseñadores —locales, o no— de zapatos, como Thiron y de perfumes, como Necessities. En su perpendicular, Drukerrijstraat, y como broche final, aparece el Momu: el museo de la moda de Amberes. Allí encontramos a Elisa De Wyngaert, la conservadora del museo.

El Momu tiene la colección más grande de moda contemporánea belga; cuentan con una muestra permanente y además organizan dos grandes exhibiciones al año, pero actualmente y hasta 2020 está cerrado por obras de renovación. El diseño, con un vestíbulo diáfano de techos tan altos como el propio edificio y escaleras altas de madera nos recibe resplandeciente. Cuando le preguntamos a De Wyngaert sobre el impacto de la moda en la vida cotidiana de la ciudad, en cómo impregna la atmósfera de las calles de Amberes se sonríe y asegura que hay un estilo propio, smart y rápido. Cuenta que, como el clima cambia constantemente, podemos fijarnos en que los amberinos siempre van preparados con tejidos concretos —impermeable para la lluvia, y lanas por el frío— y que portan muchas capas, que cual rompecabezas van combinando en cada momento.

De Wyngaert cree que la máxima innovación que se hace actualmente en la moda es respecto a la sostenibilidad y a esta cuestión, compartida con Pas, del slow fashion. Una filosofía que pone sobre la mesa una mayor responsabilidad en la relación con la producción de la ropa. Por otro lado, asegura que lo queer, o dejar de binarizar las prendas de ropa entre los polos «masculino»⁄«femenino» está en auge y que la tendencia en Flandes fluye hacia un estilo no marcado por cánones reduccionistas.

Otra de las tiendas más interesantes, alejándonos de esta zona, es Graanmarkt 13 que aúna entre sus paredes ropa —en la planta calle—, alojamiento —en las plantas superiores— y gastronomía, en el subsuelo. Aquí tiene su restaurante el chef Seppe Nobels que abrió en 2010 y que en 2015 ya se alzó con el premio a mejor restaurante de verduras de Flandes. «En nuestro restaurante utilizamos más o menos 80% de verduras, 20% de carne o pescado». Es su apuesta por una cocina más sana. Nobels además tiene una fuerte conciencia con el producto local por lo que solo compra productos de temporada, ecológicos y de proximidad. Explica que tiene a sus agricultores de confianza, y que también cuentan con un campo a las afueras de Amberes. Asegura que así como España o los países nórdicos vivieron su esplendor en la cocina, ahora es el momento de Amberes y Flandes gracias en parte a los Flanders Kitchen Rebels, un grupo de 25 chefs menores de 35 años que están revolucionando la cocina. Amberes avanza a pasos de gigante.