En las dehesas del nordeste de Badajoz pasta un rebaño distinto. Se trata de 1 500 ovejas que despiden otra luz. Por estar criadas en ecológico; por ser merinas; y, sobre todo, por su color negro. Las encontré sin querer. Había ido a trabajar con pastores y, después de unos días rodeado de ovejas blancas manchegas, castellanas, charoleras, limousinas e île-de-france, además de las merinas autóctonas, me crucé con Miguel Cabello y su ganadería oscura. Fue una tarde de invierno, con el sol cayendo lánguido pero tan de frente que debí hacer visera con la mano para distinguir a los animales detenidos ante mí y, cuando los brillos se matizaron hasta perfilar bien al rebaño, su negro me deslumbró.

Impresiona lo que detonó aquella chispeante oscuridad. La luz se volvió obsesión. El campo se llenó de negros, y esto no es una metáfora, porque esa comarca a la que llaman La Siberia —imagina su vacío— también está llena no solo de cuervos, mirlos o insectos de refulgente quitina, sino de vacas...


Este contenido es sólo para suscriptores.

Consulta aquí las suscripciones que te permiten acompañarnos en este viaje.

Si ya eres suscriptor, accede indicando tu usuario y contraseña aquí debajo.