Con el esfuerzo de sus gentes, Singapur se ha transformado de un humilde puerto comercial en una potencia mundial en menos de 50 años.

Se trata de una pasión demostrada ya por los fundadores del país. Desarrollaron un país joven e independiente con recursos naturales limitados, pero también planificaron la creación de santuarios naturales para la comunidad. Así, hoy en día Singapur es también conocida como la Ciudad en el Jardín.

Una pasión que ha hecho crecer los jardines hasta convertiros en Superárboles; que ha conservado las recetas propias de sus puestos de comida callejeros y que ha llevado a sus diseñadores desde lo local hasta lo global.

Singapur es una puerta de acceso a Asia y más allá; es también una joven nación llena de energía y una ciudad cosmopolita desbordante de posibilidades. Tiene un activo distrito empresarial (el Central Business District), calles comerciales, una viva escena artística, infinitos lugares deonde cenar y beber….

La historia de Singapur se mantiene viva gracias a una política de conservación activa. Un ejemplo es Chinatown, donde se instalaron los primers inmigrantes chinos al llegar a la ciudad. Hoy en día, la zona está llena de novedades pero sin haber eliminado las señas de identidad de su patrimonio; allí se mezcla lo antiguo y lo nuevo, templos históricos y salones de medicina tradicional con bares y tiendas de moda.

Al visitar Singapur, se pueden encontrar muchos lugares llenos de historia y encanto que se han mantenido tejidos dentro de la trama de una ciudad cosmopolita. El restaurante Nouri, con una estrella Michelín, tiene su sede en una antigua shophouse u hogar/tienda, y el Fullerton Hotel se encuentra en un viejo edificio municipal restaurado, por ejemplo.

Los fundadores del Singapur moderno imaginaron la ciudad como un jardín, lleno de espacios de recreo, atracciones para todo el mundo y rascacioles en medio de los árboles; de ahí que se conozca a la ciudad como la Ciudad en el jardín. Se trató de un proyecto que pudo sobrevivir a los retos y problemas de los primeros años de vida de la ciudad, y ha evolucionado con el tiempo. Prueba de esa pasión por la naturaleza es el Jardín Botánico de Singapur, con más de 150 años, a apenas 5 minutos en coche del centro de la ciudad. O la red de parques y conexiones entre zonas verdes y reservas naturales.

Singapur multicultural

La posición estratégica del puerto de Singapur lleva siglos atrayendo a gentes de todo el mundo, creando un lugar donde se mezclan las culturas: chinos, malayos e indios, pero también euroasiáticos, peranakans (provenientes de la región del estrecho de Malca) y cada vez más personas de todo el mundo. Los famosos centros de comida callejera ofrecen un curso acelerado para entender cómo se han mezclado esas referencias en el campo de la gastornomía, en un encuentro de especias, productos y métodos de preparación.

Y una sociedad multicultural también se reconocen en sus lenguas. Singapur tiene cuatro idiomas oficiales: el malayo (bahasa melayu), el mandarín, el tamil y el inglés, que es el lenguaje princial de la educación y los negocios. Los singapurenses también se sienten unidos por un lenguaje común, el singlish, una lengua criolla en que se mezclan, como en un plato, palabras, frases y reglas gramaticales de los cuatro idiomas oficiales.

Algo de historia

Las primeras referencias históricas a Singapur se pierden en el pasado. Ya en el siglo III d.C, una crónica china la menciona con el nombre de Pu-luo-chung o Pulau Ujong, que en malayo significa «isla al final de una península». Más adelante, cuando se establecieron los primeros habitantes fijos a finales del siglo XIII, la ciudad recibió el nombre de Temasek («ciudad del mar»).

La isla, tan pequeña como de gran valor estratégico, recibió su nombre actual en el siglo XIV. Según los Anales malayos, el semilegendario Sang Nila Utama (un príncipe de Palembang, en Sumatra), estaba cazando en la zona cuando vio un animal que nunca había visto antes —sus consejeros interpretaron que se trataba de un león, aunque probablemente fuera un tigre malayo—. El príncipe lo consideró un buen augurio y fundó la ciudad en el lugar donde había visto a la bestia, llamando al nuevo núcleo Singapura, combinando las palabras singh («león») y pura («ciudad») del sánscrito.

Situada en la punta de la península de Malasia, el punto de encuentro natural de las rutas marítimas, la ciudad floreció como lugar de paso y comercio para los juncos chinos, los dhows árabes, los galeones portugueses y las goletas de los bugis de Indonesia.

Vista del muelle de Boat Quay en algún momento entre 1860 y 1900 (National Archives del Reino Unido).

La Singapur moderna (re)nace en el siglo XIX gracias a la confluencia de intereses políticos, comerciales y un hombre llamado Sir Thomas Stamford Raffles. En aquella época, el Imperio británico buscaba un puerto de escala en la región, un lugar donde ofrecer una base segura a su flota mercante, dedicada entonces al lucrativo comercio de opio con China. Además, pretendía bloquear los avances que en el mismo sentido estaban realizando las compañías holandesas. Singapur, que ya tenía una historia como enclave comercial en el extremo del Estrecho de Malaca, parecía ideal.

Raffles, que era gobernador de Bengkulu, en Sumatra, llegó a Singapur en 1819 y reconoció rápidamente el potencial de la isla pantanosa; alcanzó un tratado con la élite local, dependiente del sultanato malayo de Johor, y obtuvo el derecho a establecer un puesto comercial británico. La ciudad creció rápidamente como un centro de comercio de importación, almacenaje y exportación, atrayendo inmigrantes de China, la India, el archipiélago malayo y mucho más allá.

Además, en 1922 Raffles implementó el plan urbano que llevaba su nombre, dirigido a corregir lo que consideraba un creciente desorden en la colonia. Su receta fue la segregación por origen étnico, que llevó a la formación de los barrios históricos que aún hoy forman parte del patrimonio cultural de la ciudad: la ciudad europea, para los comerciantes occidentales, los euroasiáticos y los asiáticos ricos; la actual Chinatown para la población china; Chulia Kampong, al norte de Chinatown, para los pobladores de origen étnico indio; y Kampong Gelam, para la población musulmana, malaya y árabe que había migrado a la ciudad.

Estatua de Sir Thomas Stamford Raffles, con el distrito financiero de Singapur detrás.

El crecimiento de la ciudad se reflejó en el establecimiento de bancos importantes, asociaciones comerciales y cámaras de comercio. En 1924, además, se abrió un puente que finalmente conectaba la costa norte de Singapur con la ciudad malaya de Johor Baru.

La prosperidad de Singapur recibió un duro golpe con el ataque japonés de diciembre de 1941, en la Segunda Guerra Mundial. Se trató de una operación inesperada que las fuerzas británicas no supieron prever y llevó a la rendición de la ciudad —considerada en un tiempo inexpugnable— un par de meses después, en el día del Año Nuevo chino de 1942. Los japoneses retuvieron el control hasta su propia rendición en 1945. Al año siguiente, Singapur adquirió el estatuto de Colonia de la Corona, separada administrativamente de Penang y Malaca.

El signo de los tiempos en todo el mundo llevaba a una demanda mayor de autogobierno e independencia. El impulso nacionalista llevó finalmente a que en 1959 Singapur obtuviera el autogobierno y se celebrasen las primeras elecciones generales del país, que dieron el triunfo al Partido de Acción Popular (PAP), liderado por Lee Kuan Yew, quien recibió el cargo de Primer Ministro. En el clima del momento, el siguiente paso parecía natural: la fusión con el resto de Malasia, formando en 1963 la Federación de Malasia, Singapur, Sarawak y Borneo del Norte. Sin embargo, este proceso que debía fortalecer los vínculos regionales descarriló por diferentes tensiones internas y provocó que en 1965 se revirtiera a la situación precedente: la República de Singapur se convertía en una nación independiente y soberana.