Zulkiflee Anwar Haque, bajo el nombre de Zunar, lleva años exponiendo en sus caricaturas la corrupción y los abusos que sufren en Malasia. Por ello, se ha convertido en una figura reconocida por la libertad de expresión en su país y las autoridades han intentado repetidas veces silenciar y prohibir su trabajo.

El pasado mes de febrero, la policía entró en su casa a media noche para llevarle a prisión, donde permaneció esposado durante ocho horas. Su delito había sido publicar una serie de tuits criticando el juicio contra el líder de la oposición, Anwar Ibrahim, quien se enfrenta a cinco años de prisión tras ser declarado culpable de un delito de sodomía, un hecho que le ha dejado fuera de juego para los próximos comicios.

Zunar se encuentra en libertad bajo fianza, pero se enfrenta a una posible condena de hasta 43 años de cárcel por sus críticos tuits. «Hablar alto en Malasia se está volviendo cada vez más peligroso», dice Josef Benedict desde Amnistía Internacional. Según esta organización, sólo en 2015 al menos 91 personas fueron detenidas, acusadas o investigadas por sedición, una ley que cuenta con más de 50 años de existencia.

Malasia tiene a día de hoy una de las leyes de censura más restrictivas del mundo y los medios de comunicación continúan ejerciendo la autocensura por miedo a las consecuencias

Desde que Malasia alcanzó la independencia en 1957, el país ha sido siempre gobernado por la misma coalición política, conocida como Barisan Nasional, que históricamente ha utilizado un abanico de leyes para suprimir la libertad de expresión. Cuando en 2009 Najib Razak fue nombrado primer ministro, levantó algunas esperanzas al liberar a 13 disidentes y comprometerse a revisar la ley represiva.

«Si no puedes vencerlos, ríete de ellos». La filosofía creativa de Zunar apunta contra los manejos, entre otros, de la Primera dama de Malasia (Rosmah Mansor).
Las caricaturas de Zunar exponen a menudo también cómo Najib Razak, primer ministro de Malasia, maneja la justifica del país para sus intereses partidarios.

 

Sin embargo, el creciente descontento de la población hizo que en las elecciones de 2013 la coalición obtuviera los peores resultados de su historia. Por ello, el Gobierno se volvió mucho más autoritario, prohibiendo las manifestaciones públicas, cerrando páginas web y arrestando a los críticos, como Zunar. El resultado fue la creación de una cultura del miedo todavía mayor. «Los derechos están cayendo en picado mientras el primer ministro trata de silenciar a los que le pongan en entredicho», expone Phil Robertson, subdirector en Asia de la organización Human Rights Watch.

Zunar ha sufrido detenciones e intimidaciones repetidas. Su oficina ha sido allanada varias veces desde 2009 y las autoridades han confiscado miles de sus libros de caricaturas. Cinco de sus libros están prohibidos desde 2010 por el Ministerio del Interior, que los considera «perjudiciales para mantener el orden público». El gestor de su página web y tres de sus asistentes fueron detenidos por vender sus libros. El Gobierno ha amenazado también a los libreros con llevarlos a los tribunales y cancelar sus licencias.

Zunar ha pasado los últimos meses viajando al extranjero, denunciando la represión por parte de su Gobierno. «Tengo la responsabilidad como dibujante de dar un mensaje a la gente y hacerles entender los problemas a los que nos enfrentamos en Malasia. La responsabilidad es más grande que el miedo, eso me hace seguir adelante», dice con convicción.

Malasia presenta una larga tradición de caricaturas políticas que empezaron en la década de los años treinta, cuando comenzó a desarrollarse el periodismo en el país. Las caricaturas de entonces trataban temas como el nacionalismo malayo, el colonialismo y la occidentalización de Malasia. Durante la ocupación japonesa, la mayoría de los periódicos se convirtieron en herramientas de propaganda: se utilizaron las caricaturas para presentar una imagen positiva de los japoneses y ridiculizar al mismo tiempo las potencias occidentales.

Zunar asegura que seguirá dibujando aunque ningún medio de comunicación en su país pueda publicar su trabajo

Tras obtener la independencia, la mayoría de los dibujos estuvieron en línea con las políticas del Gobierno. El panorama no cambió hasta que a finales de los noventa aparecieron nuevos partidos políticos y emergió la era de Internet, dónde se podían encontrar noticias alternativas.

No obstante, Malasia tiene a día de hoy una de las leyes de censura más restrictivas del mundo y los medios de comunicación continúan ejerciendo la autocensura por miedo a las consecuencias. Internet y las redes sociales se han convertido en herramientas que poseen un valor incalculable para muchos activistas malasios. Por ello, las autoridades se están moviendo para reprimirlas cuanto antes.

«Zunar no es un criminal. No es peligroso. Tiene un lápiz y un papel y hace que una situación compleja sea fácil de comprender. A la gente le gustan las caricaturas, se ríen y eso es lo que el Gobierno no quiere. Si va a la cárcel, aparecerán más dibujantes», opina un caricaturista malasio conocido como Sukhbir Cheema.

«Si me quieren encerrar, lo harán. Es el precio de enfrentarme a este Gobierno», dice Zunar, quien asegura que seguirá dibujando aunque ningún medio de comunicación en su país pueda publicar su trabajo. «Vendo mis libros de caricaturas como si fueran drogas y lo continuaré haciendo siempre y cuando haya demanda».