Tal vez todo empezó en Roma cuando la madre del emperador Constantino, Helena de Constantinopla, se fanatizó con la pasión de Cristo, viajó a Jerusalén a buscar restos de la cruz, volvió con un montón de prodigios y empezó a armar una colección: cadenas, sudarios, mantos, lágrimas, suspiros, huesos, pedacitos de madera. La Tierra Santa se convirtió en destino de peregrinaciones con una pasada, de ida o de vuelta, por la colección de la reina madre.

Cuando en 1748, bajo la ceniza y la piedra, surgieron los restos de una ciudad, pocos resistieron la tentación de ver con sus ojos lo que había quedado tras el paso de la lava volcánica. Las excavaciones se convirtieron en asunto de estado y los años siguientes hicieron de Pompeya la exhibición de la catástrofe.

Todavía salían líneas de humo del suelo cuando los vecinos de Waterloo fueron a recorrerlo y después de ellos, cientos y miles de visitantes llegaron de lejos para ver el escenario de un desastre. Con la tierra del campo de batalla construyeron la loma del león, una colina para contemplar desde lo alto las tierras que terminaron con los sueños imperiales de Napoleón.

Hace poco se bautizó como tanatoturismo al fenómeno de viajar a un lugar motivado, total o parcialmente, por el deseo de encuentros reales o simbólicos con la muerte

¿Quién podría resistirse a recorrer Whitechapel? Apenas se conoció el escenario del East End of London donde el famoso asesino de mujeres cometió sus crímenes, todos quisieron explorarlo. Las esquinas y recovecos que usó Jack el destripador para ultimar a sus víctimas se convirtieron muy pronto en puntos de interés: las paradas obligadas de un itinerario.

Hace poco se bautizó como tanatoturismo al fenómeno de viajar a un lugar motivado, total o parcialmente, por el deseo de encuentros reales o simbólicos con la muerte. El impulso tanático nos ha llevado, desde el comienzo de los tiempos, a contemplar la muerte, para alejarla o para recordarnos que también vamos a morir.

La industria organizada, en cambio, es otra cosa. ‘Exprimiendo lo macabro’ —milking the macabre—, sintetizaron los ingleses para explicar el fenómeno de millones de personas que se desplazan por el mundo en busca de destinos relacionados con la muerte, las catástrofes, el sufrimiento y la violencia. La actividad abarca la producción, la exposición y el consumo mercantilizado de los sitios de muerte. El morbo convertido definitivamente en turismo. Los nombres son muchos:

Turismo oscuro

Turismo punto negro

Turismo de duelo

Turismo mórbido

Turismo atroz

Turismo de miedo

Turismo de muerte

Turismo de dolor

Turismo de espanto

Turismo oscuro

Una búsqueda en Google de la expresión turismo oscuro arroja 12.700.000 resultados, la misma búsqueda en inglés para dark tourism lleva el número hasta 276.000.000. Las actividades y destinos conforman una lista heterodoxa: ejecuciones de muerte en público, encuentros con fantasmas, brujerías, lugares de exterminio y muerte en masa, campos de batalla, sitios donde fallecieron personajes famosos, manicomios, cárceles, cementerios, memoriales de la esclavitud, lugares afectados por desastres ambientales, simulaciones de muerte y catástrofes. Un catálogo inagotable para un verdadero circo de los horrores.

Ya lo dijimos, la demanda de experiencias extremas y actividades que hagan surgir emociones intensas no es prerrogativa de estos tiempos. El fin de la Segunda Guerra Mundial inauguró el turismo bélico, los desastres naturales alimentaron la industria del turismo de catástrofe y los desastres humanos el improbable turismo radioactivo.

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Nueva Zelanda. En 2010 y 2011 la localidad de Christchurch fue destruida por dos terremotos. Para celebrar la estética de la transitoriedad que caracterizó al post-catástrofe, la ciudad promovió en 2013 un festival de arquitectura temporal y las agencias organizaron tours por los espacios demolidos.

Portugal. En Praia da Luz, los guías dicen que no están ahí para hacer actividades turísticas sino educativas e informativas. El 3 de mayo de 2007, en este pueblo desapareció la niña Madeleine McCann que estaba de vacaciones con sus padres en un hotel. Cientos de curiosos llegan cada año queriendo conocer el lugar y se dejan llevar por los «expertos del caso Maddie».

México. Cientos de visitantes internacionales llegan al estado de Chiapas cada año en busca de los «zapatours». Así, curiosos y jóvenes investigadores de las ciencias sociales, pueden conocer de primera mano al Ejército Zapatista de Liberación Nacional y vivir de cerca su breve experiencia revolucionaria.

Vivir la experiencia

Este tipo de turista contemporáneo odia el turismo tradicional asociado a los contingentes ruidosos que sacan fotos ante cada monumento y compran souvenirs para la vuelta. Al turista oscuro no le alcanza con mirar, quiere «vivencias auténticas». No busca la contemplación de un paisaje, quiere sentirse parte de él.

El 3 de mayo de 2007, en este pueblo desapareció la niña Madeleine McCann que estaba de vacaciones con sus padres en un hotel. Cientos de curiosos llegan cada año queriendo conocer el lugar y se dejan llevar por los «expertos del caso Maddie»

En el estado de Hidalgo, en México ya hace años que se organiza, cada sábado, la «Caminata Nocturna del Migrante». ¿Te has preguntado cómo vive el paso ilegal de frontera un migrante indocumentado? En el Parque Eco Alberto quieren armar una vivencia auténtica.

Los más entrenados podrán optar por el trayecto de seis horas, los demás cuentan con una oferta de tres.

Tras una charla motivacional en la iglesia local en la que se enfatiza que no es una actividad de entrenamiento sino una travesía para generar conciencia, el mensaje es la autoconfianza para alcanzar cualquier propósito en la vida.

A lo largo de un camino árido y en medio de la noche, los turistas encarnan el papel de indocumentados y los lugareños hacen el suyo: campesinos furiosos, patrullas de migración, traficantes de personas. Los encargados del lugar dicen que la actividad nació «con el objetivo de hacer conciencia entre los jóvenes paisanos de la comunidad para que no intenten arriesgar sus vidas buscando un futuro mejor en otro país (vivir el famoso sueño americano), proyectando una visión y una motivación para mirar a nuevos proyectos productivos». El recorrido termina con un show de antorchas a lo largo del cañón.

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Una favela, en portugués, es una vivienda precaria. Y en Brasil hay tantas que en algún momento el nombre empezó a designar a barrios enteros armados con lo que la pobreza y la marginalidad va generando. En las laderas de los cerros, con una vista increíble del entorno, en Río de Janeiro hay más de mil favelas en las que habita el veinte por ciento de su población. ¿Cómo será vivir ahí? Entre los millones de turistas que cada año recibe la ciudad, algunos quisieron conocer de cerca lo que los guías mostraban desde lejos. Entonces las agencias se dijeron ¿por qué no? Así nació este turismo de la miseria, eso sí, regulado, controlado y asegurado. Para que los turistas del mundo no se espanten, los recorridos se hacen en las «favelas pacificadas».

A lo largo de un camino árido y en medio de la noche, los turistas encarnan el papel de indocumentados y los lugareños hacen el suyo: campesinos furiosos, patrullas de migración, traficantes de personas

En un jeep sin techo, explore la Favela da Rocinha, uno de los barrios marginales más grandes de América Latina. Vea los proyectos sociales y observe el swing brasileño en una presentación de capoeira con niños y adolescentes, maravíllese con las vistas de la Comunidad y la playa de São Conrado.

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Si el turista ávido de experiencias sociales extremas llega a Buenos Aires puede recibir una oferta de su agente de viajes: el Adrenalina Tour, una experiencia inmersiva con la barra brava del club de fútbol Boca Juniors.

La barra brava es un invento argentino. Dice Wikipedia: «es el término que se le da en Hispanoamérica a un grupo organizado de fanáticos dentro de una hinchada de fútbol, encargado de alentar durante los partidos a los jugadores del club con el que simpatiza y de amedrentar a los jugadores y aficionados rivales». Del fanatismo se pasó muy rápido a las actividades ilegales. Las barras bravas son una mafia: presionan, amedrentan, matan, hacen negocios. Para algunos —extranjeros o locales— forman parte del folklore argentino y por eso se volvió experiencia turística. Eso sí, como no podía ser de otra manera, funciona dentro del «mercado ilegal» de la economía.

¿Cómo será vivir ahí? Entre los millones de turistas que cada año recibe la ciudad, algunos quisieron conocer de cerca lo que los guías mostraban desde lejos. Entonces las agencias se dijeron ¿por qué no? Así nació este turismo de la miseria

Según una investigación periodística la barra brava de Boca, «La 12», comercializa un paquete turístico que incluye: reunión con los integrantes de la barra brava cuatro horas antes del partido, preparación de bombos, banderas y cánticos, ubicación preferencial en las tribunas (cerca de la barra), merchandising y la comida típica en los estadios: choripán con bebida.

Más allá de la pantalla

Tras el éxito de las series El patrón del mal y Narcos, la ciudad de Medellín, comenzó a atraer un turismo que hasta entonces no llegaba. Las agencias ofrecen visitas ligadas a los lugares emblemáticos del narcotráfico y, sobre todo, a Pablo Emilio Escobar Gaviria, el hombre que marcó a fuego a Colombia durante los años ochentas.

Un clásico Tour de Pablo Escobar ofrece:

– Te recogemos en el hotel donde estás hospedado.

– Recorrido Histórico en el Tour por Medellín.

– Aprende sobre la vida y muerte del criminal más famoso de Colombia.

– Visitaremos el parque Memorial o de la inflexión (Donde estaba el edificio Mónaco).

– Estaremos en el Cementerio en Itagüí donde está enterrado Pablo Escobar, parte de su familia y además Griselda Blanco.

– Conocerás la casa donde murió.

– Vas a tener una gran experiencia en el Barrio Pablo Escobar (Lugar donde Pablo regaló algunas casas y está el mural de él).

Los tours se realizan a diario, duran seis horas y es necesario reservarlos con anticipación porque las plazas se agotan rápidamente. Los operadores turísticos se apuran en aclarar que no es una exaltación al narcotráfico sino una apuesta por el rebranding (cambio de marca).

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Por más de cincuenta años el barrio Kazimierz de Cracovia se siguió viendo gris, como envuelto en una capa de humo que dejaron los nazis tras la invasión a Polonia y por eso lo eligió Steven Spielberg como locación principal para filmar La lista de Schindler. Hoy, con sus fachadas pintadas, es un distrito de moda con restaurantes, bares y clubes por el que caminan los turistas y se mueven en unos trenes pequeños que los llevan hasta la vieja fábrica de Schindler, el gueto y Plaszow.

Los operadores turísticos se apuran en aclarar que no es una exaltación al narcotráfico sino una apuesta por el rebranding

Primero campo de trabajos forzados y después campo de concentración, Plaszow fue construido sobre los cementerios judíos y lo que quedó de sus casas destruidas. Ochenta hectáreas cercadas por alambres de púas electrificadas, más de veinte mil prisioneros, de los cuales unos novecientos trabajaron en la fábrica Oskar Schindler, manteniéndose a salvo de lo que les ocurría a sus compañeros en el campo. Todo esto lo cuenta el guía mientras recorren el área cubierta ahora por colinas, algunos árboles y un monumento a las víctimas; después el tour seguirá por cada una de las locaciones cinematográficas con anécdotas, datos curiosos y detalles sobre el rodaje.

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La atmósfera post-apocalíptica que se respira en la zona de exclusión en Ucrania ejerce una atracción poderosa, sobre todo después del éxito de la serie Chernobyl. La noche del 26 de abril de 1986, explotó el reactor número 4 de la central nuclear mientras se realizaba un experimento. La ciudad de Pripyat, que había sido construida a menos de tres kilómetros para albergar a los operarios y sus familias, fue evacuada y la gente nunca más regresó. El lugar, cercado y catalogado como un peligro para la vida, se convirtió en un objeto oscuro del deseo.

Ochenta hectáreas cercadas por alambres de púas electrificadas, más de veinte mil prisioneros. Todo esto lo cuenta el guía mientras recorren el área cubierta ahora por colinas, algunos árboles y un monumento a las víctimas; después el tour seguirá por cada una de las locaciones cinematográficas con anécdotas, datos curiosos y detalles sobre el rodaje

A los casi 10.000 visitantes que llegan al año les ofrecen paquetes turísticos personalizados. Desde Kiev hasta la zona de exclusión, lo primero será visitar la ciudad fantasma: las ventanas vacías, los juguetes y muñecas abandonados en un jardín de infantes, las máscaras de gas que no sirvieron para nada, la vuelta al mundo construida poco antes de la explosión y jamás usada. Después vendrán el Puente de la Muerte, el radar militar secreto Duga y un encuentro con los vecinos que lograron sobrevivir a la tragedia.

Los guías insisten: la radiación a la que uno se expone al visitar Chernobyl no es mayor a la que producen un par de radiografías.


Imagen de cabeceram, Kamil Porembiński