Al igual que en la Tierra, también buscamos referencias espaciales allí arriba y, por ello, hacemos mapas del cielo. Entre quienes estudian ese cielo hay una obsesión: hacer (fíjense en que siempre encontrarán esta frase) el mapa más preciso obtenido hasta el momento. Esa coletilla, hasta el momento, es nuestra eterna cantinela mientras seguimos ampliando nuestra visión de los mapas del universo.
Elevar la mirada a los cielos oscuros es casi tan consustancial al ser humano como respirar. Observar los fenómenos de esa oscuridad de un modo científico nos ha llevado a construir instrumentos increíbles, potentes máquinas cada vez más precisas que, como extensiones de nuestros propios ojos, nos desvelan la física, la química, la historia de un universo complejo y variado. Pero, al igual que en la Tierra —nuestro diminuto punto azul pálido, como dijo Carl Sagan—, también buscamos referencias espaciales allá arriba. Hacemos mapas del cielo.
No tenemos remedio: necesitamos mojones, cartele...
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