El tren en el que me toca viajar de Madrid a Albacete no es AVE. Es de los lentos que distorsionan el tiempo aún más. Dentro todo pasa a ritmo de segundero, fuera a una velocidad galopante. Solo 600 tics y 600 tacs —intercalados— después, el paisaje ya se ha convertido en la ilustración de portada de Los asquerosos de Santiago Lorenzo. La cabeza de un corzo, con sus orejas puntiagudas, asoma entre los matorrales, muy cerca de la vía. Sé muy pocas cosas de Albacete: un refrán obsceno, que se fabrican navajas y que una tía y dos primos viven allí.
***
Peñarrubia es una aldea, un conjunto de casas pequeñitas rodeado de campo y una gran roca que le da nombre. Allí probé por primera vez el ajo mataero. El ajo mataero  —a parte de una delicia— es uno de los platos típicos de la zona, una suerte de morcilla deconstruida: hígado, tocino, panceta, pimentón y otras tantas especias. Como un paté, pero aún más contundente. Con un nombre mucho más ligero que su digestión. Lo primero que aprendí e...


Este contenido es sólo para suscriptores.

Consulta aquí las suscripciones que te permiten acompañarnos en este viaje.

Si ya eres suscriptor, accede indicando tu usuario y contraseña aquí debajo.