Cuando, en marzo de 2005, Taiye Selasi compartió en un artículo lo que para ella era un afropolita, la escena por la que iniciaba su descripción no podía ser más específica: medianoche en el Medicine Bar de Londres, suena un remix de Fela Kuti y la pisa de baile está llena de chicas con enormes afros; se viste kente ghanés y jeans caídos, un sampleado de Sweet Mother —inolvidable hit de Prince Nico Mbarga— hace bailar a una concurrencia en la que Londres se encuentra con Lagos, con Durban y con Dakar.
El nivel de detalle no era casualidad. Bye Bye Babar (referencia al edulcorado elefantito de Jean de Brunhoff) era un ejemplo del esfuerzo de una joven Selasi por describir un fenómeno que la incluía en primera persona. Nacida en Londres, criada en Massachussets, de origen mixto ghanés y nigeriano, ella era esa afropolita que «no pertenece a una única geografía» y lleva en su crianza vagabunda una voluntad de «complicar África» y «redefinir lo que quiere decir ser africano». Se trataba...


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