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Se sabe que la mañana del 3 de enero de 1889 Friedrich Nietzsche sale de su casa de Turín, calle de Carlo Alberto, con intención de ir al centro de la ciudad. Cuando lleva caminados apenas 200 metros, en la Piazza Carignano ve algo que le obliga a detenerse: un cochero está pegando a su caballo, que se niega a dar un paso más. Entonces Nietzsche se acerca, se abraza al cuello del caballo y le susurra unas palabras que aún hoy resultan un misterio: «Madre, soy tonto». Regresa de inmediato a su casa, momento en el que enmudece y pierde la conciencia durante casi diez años, hasta poco antes de su muerte en 1900. Nietzsche no guardaría conciencia de ese periodo.
En mayo de 2012 viajo a Turín con la fetichista intención de repetir, paso por paso, tal caminata de Nietzsche, la cual —de (A) a (B)— me resulta muy fácil de localizar en el mapa.
No era mi intención hacer de ese viaje un repaso por significativos lugares literarios, de los cuales Turín es un verdadero semillero, pero la casu...
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