Tres de enero de 1889. Friedrich Nietzsche sale de su casa en Turín, ve que un cochero está pegando a su caballo. Nietzsche se acerca, se abraza al cuello del caballo y le susurra unas palabras que aún hoy resultan un misterio: «Madre, soy tonto». Entonces enmudece durante casi diez años. Fernández Mallo viaja a Turín con la fetichista intención de repetir los pasos de Nietzsche.
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