Recuerdo un hombre, un griego alejandrino, un Constantinos —suavemente homosexual en unos días en que eso era anatema, suavemente tradicional en unos años en que esa tradición estaba viva—, que escribió entonces que Ítaca, la isla, nos había dado el viaje y no sabía —todavía no sabía, nunca llegó a saberlo, nunca supo— que su frase sería celebrada y él celebrado y menos supo que acabaría por ser falsa: falsa como las cosas que de verdad importan, falsa. Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias… Ahora no hay viaje: embarcas —embarcas es la palabra que te dicen, todavía, igual que tantas otras que ya no dicen lo que dicen— en una caja o cápsula y te sientas: en un avión un tren un micro un coche subes y te sientas: el viaje, ahora, es una cosa que se hace sin moverse, sentado, sentadito, desarmado, sit back and enjoy and let us take you, sentado, sin moverse: el viaje es algo que no se hace sino s...
Este contenido es sólo para suscriptores.
Consulta aquí las suscripciones que te permiten acompañarnos en este viaje.
Si ya eres suscriptor, accede indicando tu usuario y contraseña aquí debajo.