El carro polaco avanza decidido y lento. Un tractor lo lleva de tiro, sus ruedas enormes impregnadas de tierra roja de la chacra de los Becker, cuarta generación de una familia que empezó a poblar la zona desde unos bisabuelos alemanes, primero en Brasil y, poco a poco, a medida que avanzaba el siglo XX, en territorio argentino, con fronteras aún porosas y con esta selva casi virgen. Alberto Becker camina al costado del transporte y dice que los carros polacos servían para trasladar carga de cultivos y carga de campesinos, yerba y personas, cientos de kilómetros, traccionados con mulas o bueyes hasta la llegada de los tractores.
Seguimos avanzando. A veces, algún pequeño salto. Rojo y verde todo alrededor, el humo denso del caño de escape, la plantación de yerba mate y los bananos, las piñas, las parras, los mangos. Y un palo rosa, el árbol protegidísimo, el que no se puede talar bajo ningún motivo, del que quedan tan pocos ejemplares después de haber sometido a la especie a una explot...


Este contenido es sólo para suscriptores.

Consulta aquí las suscripciones que te permiten acompañarnos en este viaje.

Si ya eres suscriptor, accede indicando tu usuario y contraseña aquí debajo.