Para poder entrar en el universo personal de Josep Bernadas y hablar del presente y del futuro tengo que atravesar el océano de 60.000 libros que se exponen de manera más o menos ordenada en las estanterías de su librería, situada en el número 616 de la Gran Vía de Barcelona.

Tras cruzar Cataluña, España, Europa y dejar a mi izquierda Norteamérica, desciendo al sótano por las escaleras centrales del planeta Altaïr. Abajo, y después de pasar por África y Asia, como escondido en el último rincón de estos mil metros cuadrados repletos de publicaciones, mapas, globos terráqueos luminosos, libros de viajes, aventuras en forma de cómics, sorprendentes atlas, mochilas, ensayos y curiosas guías, me recibe el editor, viajero, antropólogo, librero…

—Todo empezó cuando era muy joven y me fui a Florencia con la idea de conocer el arte y las pinturas de la Italia del Renacimiento, pero acabé de fiesta en fiesta por los pueblos de la Toscana. Aquel primer viaje me descubrió una idea que luego se convertiría en una forma de vida: «Si vas por el mundo obligado a cumplir los planes, te perderás prácticamente todo».

Sonríe. Su despacho, que ocupa un espacio abierto y austero, carece de la personalidad que le sobra a su librería. No hay fotos, ni tampoco recuerdos o detalles personales sobre su mesa. Pero, a mi derecha, un gran mapa del mundo preside el espacio como un recordatorio: el mundo es muy grande y nunca se ha viajado lo suficiente.

—El viaje es ese punto de partida que nos permite hablar del mundo y tratar de entender los procesos sociales, económicos, políticos que suceden en cualquier lugar. El viaje, sin etiquetas y yendo más allá de la geografía turística, es un espacio privilegiado que te permite ver y explicar muchas cosas.

Con ese aspecto de profesor de historia bonachón, Pep Bernadas es un gran conversador. Durante años viajó «mucho» y con «cierta militancia». A pesar de que viajar le «abrió los ojos» (azules), éstos se le empequeñecen cuando en su rostro se dibuja una sonrisa.

—El viaje siempre ha sido solo un instrumento de trabajo, una máquina de hacer preguntas. Lo que sí que ha cambiado es que, con el paso de los años, tus preguntas son cada vez más afinadas, más profundas, más diversas.

El viaje, sin etiquetas y yendo más allá de la geografía turística, es un espacio privilegiado que te permite ver y explicar muchas cosas
Pep Bernadas durante uno de sus viajes en África.

Puede que algunas de esas preguntas surgieran durante esa infancia «feliz» vivida en Gironella, ese pueblo del Berguedà, a los pies del Pirineo catalán, en el que «nunca pasaba nada» y donde nació hace 63 años en el seno de una «familia pequeña y normal».

—Para conseguir conocimiento, es necesario hacerse preguntas, encontrar una motivación que te impulse y alguna idea que pueda orientar tu mirada. El viaje es, en este sentido, una herramienta de trabajo que hace posible eso: sitúa al viajero ante una realidad tangible que puede observar y analizar. Vamos a ver. Altaïr nació como una librería, pero en su evolución hoy es, sobre todo, un espacio cultural basado en una manera particular de mirar el mundo.

La mirada de Pep, que trabajó en un banco 12 años durante su juventud y mientras estudiaba en la universidad, se ha ido adaptando a la realidad y hoy se enfrenta a esa maldita crisis —fruto, como él dice, «de una época de bonanza mal gestionada»— con la actitud de un Alonso Quijano que intenta seguir soñando.

—Para seguir existiendo, Altaïr tenía que ser rentable. Por eso al lado de su planteamiento cultural siempre ha ofrecido todo lo existente en mapas y guías, que son publicaciones comerciales de gran consumo. Del mismo modo que Orixà, nuestra agencia de viajes, nació sobre todo para crear propuestas con un alto valor cultural añadido, o que Altaïr Magazine y los libros que publicamos priman el nivel de su calidad y sitúan el resultado económico como una condición indispensable.

«Viajar para ir más allá». O sea, que viajar es un verbo sin sentido si no se le ponen nombres y adjetivos. O por ser aún más claros: el viaje es una excusa, un medio, nunca un fin. La idea de Altaïr no ha cambiado mucho desde 1979, cuando Bernadas fundó, con Albert Padrol, la primera librería Altaïr en un minúsculo bajo de la calle Riera Alta, en el barrio del Raval de Barcelona.

El gran espacio de Altaïr en Gran Vía 616, en el cuaderno de bocetos del dibujante Sagar Fornies.

Desde aquel lugar con «libros apilados por todos lados», Altaïr tiene la misión, según Pep Bernadas, de ser: «un conducto cultural que ayude a comprender el mundo, en toda su belleza, complejidad e interés. Los paisajes y las gentes que los viven; sus culturas, dinámicas sociales, creencias, sus relaciones con el territorio y los recursos. La evolución de las culturas, sus choques, fricciones, los conflictos existentes y sus causas. La creación cultural y artística: la literatura, música, cine, el cómic, las artes plásticas».

Dice el escritor mozambiqueño Mia Couto que «cada hombre es una raza»…

—Y la tierra es un sólo país… A pesar de las diferencias formales, todos perseguimos lo mismo: satisfacer unas necesidades y disfrutar de un entorno social favorable. Las diferencias sólo son anécdotas, pero sólo desde el conocimiento de los demás es posible un diálogo.

Tras estudiar Derecho y cansarse, llegó a la antropología y se «enganchó» aunque reconociendo que «la antropología por sí misma no sirve para mucho, solo sirve para hacer cosas desde la antropología». El periodista Domingo Marchena comparó en una ocasión a Pep Bernadas con aquel «sabio catalán» de Cien años de soledad que «lo había leído todo», pero puede que, en el fondo, Bernadas sólo sea como ese loco parisino del que hablaba Claudio Magris y que viajaba «pour connaître ma géographie».

—Creo que en los últimos años hemos vivido cambios radicales en la industria editorial y en el mundo de los viajes. Ha aumentado mucho el volumen de narración analítica, seria, solvente. El gran cambio se ha dado, sobre todo, en el tránsito del papel al digital. Hoy cualquiera puede construir su relato y ponerlo en Internet, que es un gran escaparate en el que hay gente maravillosa que te ofrece cosas buenísimas, y también hay otros que sólo repiten lo que leyeron y que viajan por el mundo sólo para verificar lo que leyeron.

Altaïr es nombre de estrella, pero esta empresa se llama así en homenaje al barco del aventurero y escritor francés Henry de Monfreid, una de las lecturas de juventud preferidas de Bernadas. ¿Se puede comparar el nuevo barco Altaïr con el se hizo a la mar en 1979?

—Si entonces hubiéramos dispuesto de la tecnología de la comunicación actual, los aspectos formales de lo que hicimos hubieran sido otros. Altaïr Magazine, por ejemplo, incorpora todo lo que nos permite la tecnología actual. Hemos multiplicado nuestra capacidad de comunicar, de generar contenidos y actividades culturales. Hemos aumentado, desde la aportación mutua, la participación de nuestros lectores y usuarios: el espacio físico de la librería se ha transformado y el espacio virtual de Altaïr ha crecido y se internacionaliza.

Con voz suave y palabras pausadas hablamos de dificultades financieras, de problemas económicos. Por momentos, no resulta sencillo entenderle: es como si en un gesto de humildad, abriera muy poco la boca para hablar sin ofender a nadie. Digital es igual a ¿muerte del papel?

Si entonces hubiéramos dispuesto de la tecnología de la comunicación actual, los aspectos formales de lo que hicimos hubieran sido otros. Altaïr Magazine incorpora todo lo que nos permite la tecnología actual

—No. La revista Altaïr impresa ha sido durante 22 años una referencia de calidad y volverá a salir con la voluntad renovada de seguir siéndolo. El estilo y el formato serán renovados y la periodicidad, diferente. Será un complemento de alto nivel para el contenedor global del magazine digital en las pantallas. El nuevo magazine digital y la tecnología nos lleva a otra dimensión de la comunicación: es global y en español, más periodística y audiovisual. Utiliza todos los medios y formatos para potenciar la fuerza de las imágenes y el análisis que permite el texto escrito.

El cambio de paradigma que supone el universo digital parece claro, pero nadie tiene muy claro cuál es el mapa en el que se dibuja la ruta a seguir. El mundo digital es un universo con fronteras desconocidas y se parece mucho a esos espacios de los mapas antiguos en los que se podía leer: Hic sunt leones. ¿Cómo son los mapas del nuevo Altaïr?

—Pere Ortín, periodista y documentalista, dirige todo lo que hace referencia al ámbito de comunicación y contenidos del nuevo Altaïr; a su nueva proyección y actividad cultural, las publicaciones propias y a todo lo que significa Altaïr en relación con el exterior. De manera práctica, el nuevo Altaïr se nutre fundamentalmente de las aportaciones de colaboradores autóctonos sobre el terreno y desde diferentes países, con las menos interferencias posibles entre ellos y nuestros lectores/usuarios/espectadores. Sin olvidar nuestro lema de «ir más lejos», los contenidos son novedosos materiales de ida y vuelta, más cercanos y pendientes de tener una relación directa con los lectores. A partir de aquí y progresivamente ampliaremos una renovada comunidad Altaïr que, más allá de compartir afinidades, obtendrá experiencias exclusivas, contenidos personalizados, posibilidades de formación, productos culturales particulares…

¿Ha cambiado también esta librería en el nuevo Altaïr?

—Sí, para seguir siendo la referencia física del modelo. Sigue siendo una librería especializada y de calidad con un fondo bibliográfico completísimo, amplía su oferta a todo lo que pueda necesitar un viajero y cuida más su proyección cultural y artística. Estamos trabajando para desmontar esa imagen reduccionista que nos presenta como una librería de viajes que vende mapas y guías. No somos eso. Somos un espacio de cultura que se formó y creció para transmitir conocimientos del planeta y de las gentes que lo habitamos. Los mapas y las guías son sólo un complemento.

A Pep no le gusta hablar de ello, pero dicen los que saben de esto que Altaïr es la librería de viajes más grande de Europa y una de las cinco mejores librerías de viajes del mundo. ¿No está mal, no?

Somos un espacio de cultura que se formó y creció para transmitir conocimientos del planeta y de las gentes que lo habitamos

—Vamos a ver —Pep repite mucho esta expresión—. No hay ninguna otra librería como nosotros en Europa. Tenemos una colección propia de periodismo y literatura de viajes llamada Heterodoxos, distribuimos libros de narradores jóvenes mexicanos procedentes de editoriales pequeñas e independientes o vendemos desde un mapa actualizado del Karakorum hasta la última obra de un creador de cómic de Israel, los discursos de la independencia de Senegal en francés o la última novela de un autor de Kenya o Nicaragua… ¿Quién más hace eso? Ni en esta ciudad ni en otras. Seguimos una trayectoria particular y única. La verdad es que nunca lo hemos reivindicado por pura modestia, pero sí nos gustaría que, especialmente en estos tiempos complicados, se nos apreciara por esta singularidad cultural que casi no existe en ningún otro lugar del mundo. Ojalá Barcelona viese Altaïr como parte de la oferta cultural que la distingue.

¿Habrá más cambios en este espacio físico de la Gran Vía de Barcelona?

—Se ha enriquecido. Hay más actividades culturales y de arte. Hacemos videoconferencias con autores internacionales, organizamos debates con periodistasescritores, artistas de muchos lugares —retransmitidos también en directo y por streaming a todo el mundo a través de la red— y se han ampliado los contenidos y días de la programación de nuestro espacio cultural Fórum. También desarrollaremos nuevos talleres y actividades de formación sobre periodismo y literatura de viajes, cine, documental, fotografía. Presentaremos películas y trabajos audiovisuales… En fin, trabajamos para dotar de contenido a un nuevo espacio cultural vivo y dinámico.

Cuando habla tiene la costumbre de mover solo su mano izquierda, como si llevara una batuta imaginaria que le obliga a dirigir una orquesta ¿nueva?.

—Sí, en parte. Para llevar adelante esta nueva etapa se ha incorporado a dos personas clave que van a dirigir conmigo los destinos del nuevo Altaïr en una especie de triunvirato. Además del periodista Pere Ortín, que dirige los contenidos y la comunicación, se ha unido al equipo Carles Roca, que llega para coordinar la dinámica interna de Altaïr y la gestión de nuestros recursos humanos y empresariales. Pero no podríamos hacer nada sin el gran trabajo que desempeñan todos los demás integrantes del equipo de Altaïr, que nos han hecho ser lo que somos hoy.

Hablemos de sueños… ¿Un deseo?

—Síiii, claro. Muchos. La diferencia entre ahora y hace unos años es que cuando llegas a cierto momento vital los deseos ya adquieren la categoría de urgencias. O sea, o tus deseos los acompañas con una fecha de realización o ya entras en un proceso de frustraciones, de cosas pendientes y lo que se queda pendiente nunca es bueno.

Y puede que sea por eso por lo que, además de sacar adelante el nuevo Altaïr, Pep Bernadas ya tiene señaladas en el calendario las fecha de varios viajes posibles para el futuro próximo: ocasiones para poner en marcha la máquina de hacer preguntas, el viaje.


ILUSTRACIÓN DE CABECERA DE BÁRBARA M. DÍEZ