8:15 de la mañana. El día se ha despertado nublado —aunque muy caluroso— en Rushaga. Cruzo la puerta de una de las entradas al Bosque Impenetrable de Bwindi flanqueado por figuras de madera que representan el icono animal de estas selvas: el gorila de montaña.

En el centro de atención al visitante de Rushaga, y en palabras de los rangers, recibimos toda la información práctica necesaria para afrontar la aventura de conocer a nuestros primos primates.

Iremos en grupo y acompañados por dos guardas armados con sus AK-47 —nunca se sabe lo que puede suceder en esta zona fronteriza con el conflictivo Congo, cuentan los guardas— y por otro guía, también armado, pero sólo con un machete para abrir camino entre la enmarañada vegetación de este bosque otrora impenetrable. Dos de sus compañeros, los trackers, salieron hace unas horas, al alba, para localizar al grupo de gorilas que nos han destinado, la familia Mishaya. Los han localizado, y ya nos esperan allí, siguiendo el rastro de los animales.

Antes de salir… Últimos detalles importantes: disponer del material necesario, agua —el esfuerzo físico, cuesta arriba y entra la selva, será notable— y de algo de ropa impermeable ya que este bosque, ahora soleado, no admite previsiones meteorológicas. Aquí llueve sin avisar y en cualquier momento. Los rangers, además, se aseguran de que nadie del grupo sufra una enfermedad; un simple resfriado impediría que, para evitar contagios, cualquiera formara parte del grupo y entrara en contacto con los gorilas.

Al final de la charla, algunos detalles de cómo comportarse y reaccionar frente a unos animales salvajes (aunque acostumbrados a la presencia humana); sobre todo si se da algún episodio de agresividad —probable— entre los grandes machos de espalda plateada. La clave: no moverse, evitar cualquier cruce de miradas deasafiante, agachar la cabeza y mostrarse sumiso, muy sumiso, para evitar llevarte un buen golpe de estas poderosas criaturas de más de 250 kilos de peso y que no son muy conscientes del daño que le pueden ocasionar a un frágil cuerpo humano.

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Un par de horas de camino por los caminos de la selva. Unos 4 kilómetros de subidas y bajadas. Pasamos por una mina de oro, abierta cerca del camino, al natural y muy rudimentaria, donde los mineros extraen mineral mezclado con agua de un profundo agujero.

Superamos unos arroyos y nos abrimos camino, a golpe de machete, entre la vegetación de helechos de la selva secundaria. Tras un buen rato cuesta arriba, localizamos a los trackers que han seguido al grupo de la familia Mishaya desde primera hora del día Este grupo lo forman 10 individuos: 2 machos grandes silver back, 2 machos más jóvenes —black back—, 3 hembras adultas, un subadulto y 2 pequeños

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Geoffrey Twinomuhangi, el jefe de los rangers en Rushaga, lleva casi 14 años trabajando con esos fascinantes animales. Él nos actualiza el dato: aunque los paneles oficiales de información del parque indican que quedan unos 700 gorilas de montaña entre las cimas de Uganda, Congo y Rwanda, Twinomuhangi asegura que, gracias al trabajo internacional y coordinado que se ha hecho en estos años, el número de estos primates ha aumentado hasta unos 900.

En este bosque impenetrable de Bwindi habitan, repartidos en diversos grupos poblacionales y familias, la mitad de todos los gorilas de montaña que quedan en el mundo. En esta parte específica, la sur, quedan, en concreto, cinco familias de gorilas. Sus nombre son Mishaya, Nshongi, Bweza, Kahungye y Busingye.

Con su característica forma de hablar, Twinomuhangi nos informa también de la gran importancia que tienen para el bosque los programas de educación promulgados des de la Uganda Wildlife Authority (UWA) dirigidos a los habitantes de las zonas vecinas a Bwindi. El bosque —«una isla dentro de un desierto de destrucción»— ha visto, de esta forma, reducidas las intromisiones y la caza furtiva por parte de una población cada vez más consciente de la importancia de mantenerlo a salvo.

Además, las mismas poblaciones vecinas se benefician económicamente —en un porcentaje de un 20%— de cada visita al parque. Se ha establecido de esta forma un ecosistema ideal para el aumento de la población de gorilas de montaña; una especie de quien, no hace mucho, el británico Douglas Adams alertaba que Mañana no estarán (Anagrama, 2006).

No sabemos que pasará con los gorilas de montaña en el futuro, pero tras visitar el centro de Rushaga del Bosque Impenetrable de Bwindi, podemos asegurar que el país está dedicando notables esfuerzos a preservar su existencia. Una excelente noticia que, por otra parte, no debe afectar de forma definitiva nuestra decisión de visitar este país.

Y es que, al salir de Bwindi, dos cosas nos quedan claras: ver los gorilas de montaña en su hábitat salvaje es una experiencia inolvidable; pero Uganda es mucho más que gorilas.


¿Quieres viajar al Bosque Impenetrable de Bwindi como nosotros? 

Aquí tu mapa-guía con información práctica e interactiva sobre los gorilas de montaña.

 


Realizado en colaboración con Terres Llunyanes y Turkish Airlines