PAISAJES VIVOS es una serie de Andoni Canela que nos transporta a visitar espacios singulares de todo el Planeta donde descubrir animales salvajes. En este quinto episodio, Andoni viaja al parque natural de Korup. 


Hay viajes que tienen un lugar privilegiado en la memoria. Aunque hayan sido hace muchos, muchos años. Este que recuerdo ahora fue a mediados de los años 90, mientras estudiaba periodismo. Todavía con espíritu adolescente y junto a un viejo amigo (Pere Ortín, que hoy dirige Altaïr Magazine) viajamos a las selvas tropicales de Camerún. Nuestra pasión compartida por África y los animales salvajes nos llevó hasta un lugar extraordinario: Korup, muy cerca de la frontera con Nigeria. Un parque nacional que se había creado poco tiempo antes de nuestro viaje. El objetivo era explorar sus selvas para conocer sus secretos naturales y también a las gentes que vivían allí. 

Las caminatas fueron intensas y casi siempre pasadas por agua. Los días que no llovía teníamos que cruzar diez o doce riachuelos y empaparnos igualmente.

Las caminatas fueron intensas y casi siempre pasadas por agua. Los días que no llovía teníamos que cruzar diez o doce riachuelos y empaparnos igualmente. Unos días, el agua nos llegaba a media rodilla y otros, hasta la cintura. Precisamente eso es lo que define una selva tropical: el agua. Muy cerca de Korup se encuentra el Monte Camerún, que suele ser el punto más lluvioso de toda África (¡con más de 17.000 mm de lluvia anuales!). Llueve tanto que algún año ha ostentado el record de ‘lugar más lluvioso del mundo’ que habitualmente es de Cherrapunji, en India.

Korup posee una de las selvas tropicales más viejas y ricas en biodiversidad de toda África. En muchas partes del territorio no hay evidencia histórica de que haya habido destrucción por parte del hombre y la zona sur del parque está considerada como un bosque primario o virgen. El terreno es muy quebrado, con colinas repletas de selvas y estrechos barrancos que no dejan ver más allá de unos pocos metros. Hay centenares de especies diferentes de árboles con gran cantidad de endemismos. Muchos de los árboles alcanzan y superan los 50 metros de altura, creando un dosel de la selva lleno de vida y diversidad.

Junto al cercano parque nacional de Cross River, en Nigeria, Korup es un auténtico hot spot(punto caliente) de la biodiversidad animal de nuestro planeta. Hay una gran variedad de anfibios, reptiles, insectos además de aves y mamíferos. Se han contabilizado alrededor de 170 especies de mamíferos y destaca el alto número de primates, ¡hasta 15 especies diferentes! Entre ellas, está el muy amenazado drill y también otros primates muy escasos como el chimpancé, el colobo rojo de Preusss, el mangabeye de boina roja, el colobo rojo y el cercopiteco de orejas rojas. En Nigeria, al otro lado de la frontera, también viven los gorilas de Cross River, aunque lamentablemente no hay un corredor natural que les permita pasar hasta Korup. También hay leopardos, numerosas especies de duikers (pequeños antílopes selváticos que se alimentan de hojas y frutos, también llamados cefalofinos) y elefantes de selva. 

Por supuesto que en estas selvas también vive gente. Cuando se instauró el parque nacional, había un puñado de poblados, pero se decidió expulsar a todos sus habitantes. Es curiosa esa decisión porque los pobladores nativos no significaban ninguna amenaza directa para la biodiversidad, sobre todo teniendo en cuenta su escaso número. Estaban totalmente adaptados a su medio y solamente cazaban cuando podían (los animales no se lo ponían fácil) para poder alimentarse y comerciar con los pueblos más cercanos y conseguir otros productos a cambio. Cuando estuvimos allí todavía quedaban algunos enclaves habitados y no se logró expulsarlos a todos. Actualmente, dentro del parque viven algo menos de mil personas, repartidas en tres o cuatro poblados. Justo en los límites del área natural protegida hay otros veinte poblados, que se dedican a la agricultura, la pesca y la caza de subsistencia.

Dentro del parque viven algo menos de mil personas, repartidas en tres o cuatro poblados. Justo en los límites del área natural protegida hay otros veinte poblados, que se dedican a la agricultura, la pesca y la caza de subsistencia.

Visitamos el poblado de Ekundukundu, donde estaba prevista la expulsión de sus habitantes de los límites del parque. Era evidente el disgusto por esta medida: los nativos que habían vivido allí durante generaciones estaban integrados en la selva. Fuera de allí, sus nuevas actividades destinadas a la supervivencia acabarían impactando en la selva como un indeseado efecto rebote: si no se podían convertir en guardaparques, se convertían en los cazadores furtivos con mejor conocimiento sobre el terreno.

Pero el peligro real, como casi siempre ocurre en estas zonas deshabitadas y prácticamente vírgenes, viene de fuera: de los intereses económicos del primer mundo como son las empresas madereras, las plantaciones agrícolas a gran escala, la extracción de recursos y el tráfico ilegal de especies hacia otros continentes. En los últimos dos décadas, las grandes plantaciones de aceite de palma y coco han llegado al mismo límite del parque. También la tala de la selva ha dado mordiscos incluso en el interior del mismo parque nacional. Con ello, el aumento de la población foránea que ha hecho subir al comercio legal e ilegal de especies animales y vegetales. Más población ha significado un aumento de la presión sobre las selvas de Korup provocando la pérdida de numerosas especies. Cada vez son más escasos los chimpancés, elefantes o leopardos en el parque. 

Diferentes especies de monos cruzaban el dosel de la selva siempre con rapidez. También los tímidos ciervos y duikers eran muy esquivos y escurridizos.

Durante nuestro viaje, los traslados por la selva dentro del parque nacional los hacíamos acompañados por los recién incorporados guardaparques o por los cazadores de las aldeas. Entre aldea y aldea podía haber 7 u 8 horas de caminata. Para sus habitantes era como un paseo por el supermercado y con delicadeza escogían unas plantas, flores, hojas, hongos o frutas para alimentarse o como remedios medicinales. Lo mismo hacían cuando tenían la oportunidad de cazar o pescar. En los ríos tenían colocadas cestas hechas de mimbre donde cada día recolectaban cangrejos o peces. Pasamos varios días sin ver sol y con lluvia intensa durante varias horas al día. Con tanta agua, recuerdo sufrir viendo cómo una de mis cámaras dejaba de funcionar por el exceso de humedad. Por suerte, al ser una cámara mecánica, no importaba la batería ni la electrónica y la pude seguir utilizando mecánicamente y en modo manual con buenos resultados incluso para las diapositivas, mucho más delicadas en la exposición que los negativos. 

A pesar de la gran biodiversidad, los animales salvajes no se dejaban observar con facilidad. Diferentes especies de monos cruzaban el dosel de la selva siempre con rapidez. También los tímidos ciervos y duikers eran muy esquivos y escurridizos. Los animales saben que hay hombres que cazan y tienen que ser precavidos. Uno de los días que estuvimos allí, una víbora de Gabón, una de las serpientes más venenosas que existen, se cruzó en nuestro camino. El cazador local a quien acompañábamos decidió cazar la víbora para aprovechar la piel y también su carne, que es utilizada en algunos ritos locales.

Los pangolines son los mamíferos salvajes que sufren el mayor tráfico ilegal en todo el mundo. ¡Se matan más de 100.000 pangolines cada año!

Una de las especies que me quedó grababa en la memoria (y también en el trabajo fotográfico que realizaba) fue el pangolín, en concreto el pangolín de vientre blanco (Phataginus tricuspis). Es un pangolín arbóreo, típico de la selva lluviosa, que se alimenta de hormigas y otros insectos. Los pangolines son los mamíferos salvajes que sufren el mayor tráfico ilegal en todo el mundo. ¡Se matan más de 100.000 pangolines cada año! La mayoría de ellos se exportan a China y Vietnam. Para los habitantes locales, el pangolín es una de las ‘carnes de bosque’ mejor valorada y se consume regularmente. Son unos animales que rara vez sobreviven en cautividad. Pero es en algunos lugares de Asia donde se considera una auténtica delicatessen por la que se paga cientos de dólares el kilo. Sus escamas son de queratina (al igual que las uñas y el cuerno de rinoceronte) y están muy cotizadas en la medicina tradicional asiática, ya que se usan para fabricar supuestos remedios contra todo tipo de enfermedades. Es precisamente la demanda desde Asia por esos productos la que está causando la mayor parte de las capturas y el tráfico ilegal de pangolines, mucho más que el consumo local.

La gran cantidad de reptiles (hasta 82 especies) nos permitió ver serpientes y camaleones, pero para mí lo más sorprendente fueron las ranas y sapillos tropicales que había por todos los rincones de la selva, pero sobretodo en los árboles.

Aparte del pangolín y los primates hubo otras sorpresas animales que se repartían entre reptiles y anfibios. La gran cantidad de reptiles (hasta 82 especies) nos permitió ver serpientes y camaleones, pero para mí lo más sorprendente fueron las ranas y sapillos tropicales que había por todos los rincones de la selva, pero sobretodo en los árboles. En los troncos, en las lianas, en las ramas y también en el musgo, en el suelo, bajo la hojarasca, en la orilla de los arroyos, bajos los raíces… Había una variedad sorprendente. Según diferentes estudios recientes Lawson, (1992, 1993) Solbach y Plath (2003, 2004) Korup es el lugar con más diversidad de anfibios para un área concreta de toda África. Hay 93 especies diferentes de anfibios. De las que fotografié hay algunas que pude identificar como la rana plateada de dedos largos (Cardioglossa leucomystax) pero también había otras especies singulares como la rana de Dizangue, la rana de los plátanos de Schneider o la rana de río de Werner’s.

Localiza en este mapa interactivo el recorrido de Andoni