DÍA 0 – 19 DE ABRIL 2019.
Tilcara – 2465 metros de altura.

El hospedaje donde esperamos es un cuarto diminuto bien aprovechado. Tres camas matrimoniales servirán para albergar hasta cinco personas; un retrete equipado con toallas evitará deshacer nuestros equipajes; y unas cortinas con el grosor justo para guardar la intimidad dejarán entrever el último paisaje antes de la travesía. Afuera, el patio empedrado. Adentro, unos edredones con motivos clásicos —rombos, flores con colores que se disfrutan gastados—, y tejidos envejecidos que no aseguran soportar el frío nocturno de la Quebrada.

Las noches en este cañón de 155 kilómetros de longitud —cuyos puntos más altos ascienden hasta los 3400 metros de altura—, son hostiles. Especialmente cuando la temporada de lluvias mengua para dejar paso a las ventadas. Considerada Patrimonio Cultural de la UNESCO, la Quebrada de Humahuaca ha sido mi hogar durante los últimos siete meses, con cerros que lucen rojos, rosas, verdes, grises, marro...


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