Aseguran los que conocieron bien al escritor chileno Roberto Bolaño que nunca admitía el menor comentario en contra de México, un lugar dónde vivió, estudió y se convirtió en escritor antes de su viaje a Europa, que le acabaría conduciendo a la villa de Blanes, en la costa catalana.

Cuentan sus amigos que Bolaño había «idealizado» México hasta tal punto que, incluso, y de alguna manera, tenía miedo a volver. México le brindó los escenarios ideales —tanto reales como ficticios— para sus novelas más extensas: Los detectives salvajes y 2666; una historia que, por cierto, acaba con la palabra «México».

El escritor recibió muchas invitaciones para volver a este país, pero nunca aceptó. Puede que se debiera a sus habituales ganas de llevar la contraria o porque, según confesó, tenía miedo de morir allí. O, simplemente, puede que fuera para no sentirse decepcionado al no encontrar en aquel país la alucinatoria fuerza que él había recreado en la distancia con la ayuda de su prodi...


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