Los trenes tienen algo de masculinidad. Es difícil de explicar, seguramente es más una intuición que una definición. Hay hombres capaces de decirte todo sobre una locomotora con tan solo mirarla. «Esta es una no sé qué del año no sé cuántos», «esta viene de no sé dónde», «esta la fabrican en no sé qué país». Hay hombres mayores que, como si su vida dependiese de ello, se dedican a construir gigantescos paisajes ferroviarios en miniatura. Con sus arbolitos, sus personitas, sus casitas, sus laguitos, eso que con pompa llaman modelismo ferroviario. En inglés existe un nombre para todos esos hombres: los railfans. También existe una acepción: los trainspotter. Este interés desaforado supongo que tiene que ver con la revolución industrial (otra intuición). Como con el imperio romano, hay hombres que fantasean con vivir en otro tiempo. Vivir en una época en la que nadie dudaba del progreso, del progreso masculino.

Sea como sea, lo cierto es que los trenes siempre van llenos de mujeres, y ...


Este contenido es sólo para suscriptores.

Consulta aquí las suscripciones que te permiten acompañarnos en este viaje.

Si ya eres suscriptor, accede indicando tu usuario y contraseña aquí debajo.