Entre la ballena blanca de Herman Melville que recorre los mares y la balsa de Mark Twain que baja por el Misisipi, Bolaño enlazó su proyecto literario con las tradiciones norteamericanas, proyectando una idea de los desiertos y paisajes que llamaba a todo el continente, guiado por figuras visionarias como Kerouac e imágenes como las del pintor surrealista Joan Miró.