Algunos dakareses están ya acostumbrados a los chispeantes comentarios y reflexiones contadas por los taxistas de la capital senegalesa. Llevan a cualquier persona, hacia cualquier destino y a cualquier hora. Tienen el mérito de ayudarnos para evitar que lleguemos muy a menudo con retraso a algunas de nuestras citas. Pero con una buena experiencia de la profesión, rápidamente se convierten en «expertos analistas sociólogos», en «aprendices de geopolítica», en «entrenadores y asesores deportivos» y en «periodistas expertos en revista de prensa», salvo por el hecho de que su único auditorio es el cliente que están transportando.
A veces se puede ver de lejos, a través de los cristales del vehículo, al taxista y su cliente enzarzados en una intensa conversación. Yo no soy demasiado curioso, pero a menudo puedo soñar que escucho todo lo que se dice o cuenta en esos habitáculos de los coches en los que a menudo se cruzan personas que no se conocen.
Con sus colores amarillo y negro, el ta...


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