¿Quién hubiera dicho que los videojuegos, demonizados portadores de la reclusión y el sedentarismo, serían la clave para levantarse del sofá y perderse por las calles? En 2016, el juego Pokémon Go pobló parques, comercios y aceras con criaturas fantásticas. Eva Cid analiza su impacto y el futuro de la realidad aumentada para la relación entre lo virtual y el mundo físico en el que caminamos.

El uso del smartphone se ha convertido en una realidad inseparable de nuestra rutina diaria. Y, pese a las señales de alarma lanzadas desde ciertos sectores más o menos tecnófobos, lo cierto es que estas tecnologías, lejos de aislar entre sí a las personas —o a éstas del mundo real— nos permiten estar comunicados como nunca antes. Además, pueden añadir elementos virtuales a la realidad para optimizar sus posibilidades; usar un GPS en tiempo real sobre la calle, acceder a ventanas emergentes de información adicional en un supermercado o un monumento histórico, o «gamificar» una actividad depo...


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