Sólo una cosa cuesta más trabajo que ser feliz: demostrarlo. Cuando vemos las nubes como una delicia elemental, alguien nos dice: «¿Te pasa algo?»
Ciertas culturas admiten la depresión de los suyos sin que esto entrañe un desprestigio social. En Suecia, un distinguido gerente de banco combate el invierno con una botella de vodka, luego con un sauna y luego con un tiro. Su muerte es trágica pero no mancha su biografía. Los cuadros de Munch, los dramas de Strindberg, las novelas de Hansum y las películas de Bergman han demostrado la compleja dignidad de las almas nórdicas. En México, donde las respuestas cortas indican que alguien se puso chípil, las costumbres son distintas. Un banquero suicida adquiere la reputación fascinante y sospechosa de un poeta romántico.
No hay duda de que la tristeza es un ingrediente central de nuestro arte, pero pocos desean que les miren las ojeras o las pastillas de Prozac. Los festejos populares nos han inculcado una idea bastante excesiva del bienesta...
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