Una española me contacta por Facebook y me dice que escriba sobre la relación entre Montevideo y el fútbol. Que profundice sobre la manera en que se conforma como el «riñón depurativo» de una ciudad. Soy el hijo de un exjugador y técnico de fútbol. Las nociones entre la ciudad y el deporte las tengo arraigadas desde los primeros días de mi vida, algo configurado como un problema incluso antes de que tuviera las herramientas mentales para procesarlo: aun no gustándome el fútbol en mis comienzos, toda la economía material y sentimental de mi casa dependió de goles, tranques, codazos y fichajes, y junto a ellos los distintos destinos geográficos de mi familia. A diferencia del resto de mis compañeros de clase, que recién conocería a mis cinco años de edad —luego de vivir en España (contrato con el Deportivo de La Coruña) y México (mi padre fue una flamante figura en la defensa del Tecos de Guadalajara)— ya tenía, por la simple posibilidad de comparar, una plataforma de nociones de lo que ...


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