Al conducir por la pequeña carretera que va de Macomer hacia el oeste hay un momento en el que el viajero algo atento se dará cuenta de que ha entrado en tierra de vino. Pequeños viñedos familiares empiezan a despuntar aquí y allá, y cuando la carretera empieza su descenso hacia el mar se ve claramente loma tras loma de vides robustas. Si además ha hecho los deberes, sabrá que se trata de la Planargia, hogar de la Denominación de Origen Controlada de la malvasía de Bosa.

Cuando era adolescente, a Piero Carta no le hacía mucha gracia tomar esta carretera. Quería decir que era el fin de semana, y que en vez de disfrutar del sábado con sus amigos de Cagliari estaba de nuevo yendo a ayudar a su padre en el cuidado y cultivo del viñedo familiar, en el pequeño pueblo de Magomadas, a unos pocos kilómetros al sur de Bosa.

«Me lo pedía. No me obligaba, pero me lo pedía», recuerda hoy con una sonrisa Piero al hablar de su primer contacto con la producción de vino. Casi dos décadas más tarde, Piero trabaja duro para lanzar su producción comercial propia, ajustando aquí y allá, probando, cuidando y midiendo para obtener una malvasía de la mayor calidad que le permita plantear el salto incluso al mercado internacional.

 

 

Destaca de su experiencia la mucha solidaridad recibida de parte de personas conocidas por azar. «Es una historia que ha ilusionado a mucha gente, a muchas personas de mi propia generación, que han aportado conocimiento y experiencia para ayudar… Una sumiller que me ayuda con el control de la maduración, una diseñadora gráfica que tiene preparado ya el etiquetado…»

Se le ilumina la cara al hablar de ellos. Como dejando más claro todavía que, en estos momentos de crisis, con el tremendo paro —especialmente juvenil— que azota la isla, este tipo de vínculo puede ser buena parte de una cosecha inesperada pero rica.