Sabine es francesa, le da igual ser samoana, y jura que moriría en este lugar encantada de la vida. A Sandra no le pregunté su nombre, así que me lo invento, pero lo que no me invento es que vive en el pueblo vecino y que su abuela se encontró esta mañana con una chica que iba descalza y se ofreció a comprarle un par de zapatillas. Luis se desplaza en un patinete eléctrico, se etiqueta «tatuador nómada», lleva la calavera de un «dinosaurio inacabado» enredada en sus rastas y adora la geometría de los espacios. Marcin viajó desde Cracovia a dedo y está harto absolutamente harto del mundo actual. Bambú fumaba DMT y corría como un fauno y en un descanso me susurró al oído «sólo quiero soñar que soy del universo» mientras veía en mí a un indio cherokee. Honoré es belga, su única prenda son unas gafas negras, no para de bailar sonriendo o de sonreír bailando y murmura en inglés que está más contento y libre que en la ducha. Una niña coge un micrófono y nos cuenta que ha olvidado cómo se lla...


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