—Aquí no hay serpientes malas.
Cuando Biel Pons encaja una piedra puntiaguda dentro de un hueco hondo no vacila frente a la presencia de ningún réptil. Carga el pedrusco sin miedo, lo suelta en la cima del muro, moviéndolo hacia un costado, hacia el otro, creando una orientación perfecta.
Desde que empezó a levantar paredes de piedra seca cuarenta años atrás, ninguna culebra le ha frenado en esta secuencia casi atlética. Tampoco las ratas ni lagartijas que con frecuencia se ven escabullidas en las rendijas que las rocas dejan entre sí.
Solo dos elementos le han cautivado: los fósiles abandonados por el mar y los pedruscos de belleza singular que a menudo encuentra escondidos en el interior del muro. Cuando esto sucede, se los lleva a su casa y los guarda dentro de una caja verdulera enorme.
Biel Pons en la cima su barraca S’espanto, la única de nueva construcción que sigue una técnica tradicional perdida.
—Parece que las piezas del mar estén luchando entre las piedras —le comento, ...
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