Ser librero no es tarea fácil. Conlleva una gran responsabilidad, y también muchos dolores de cabeza. Uno de ellos —aunque se trate muy probablemente del más llevadero— aparece a la hora de escoger qué libros va a incluir el librero en su librería. Esa decisión —junto con la personalidad del librero— definirán en gran medida el carácter de esa librería.

En Tokyo, un librero de nombre Yoshiyuki Morioka tomó una decisión drástica para ahorrarse ese trámite. En su librería sólo vende un libro. O mejor dicho, múltiples ejemplares de un mismo título. Durante una semana, dedica a esa obra toda su atención, concertando actividades promocionales, charlas con el autor y otros eventos para que el libro en cuestión sea abordado en profundidad. Pasado ese período, escoge otro título y cambia la ambientación de su local. Y así sucesivamente.

La ciudad vasca de Donostia reunió a representantes de cinco librerías —nuevas y viejas, pero todas ellas referentes— para hablar sobre la importancia y la situación actual de esos espacios que intentan resistir a las crisis del papel, de la lectura y de los valores. Venidos desde Tánger, Lisboa, Madrid, Barcelona y París, decidimos poner a los participantes del debate en la piel del señor Morioka. Fue de esa forma, a través de la elección de una única obra, cómo descubrimos sus personalidades y, en consecuencia, también las de sus librerías.

 

Rachel Muyal nació, creció y vive en Tánger. Concretamente, en la casa que hay justo enfrente de la Librairie des Colonnes, fundada en 1949 por la familia Gerofi. Rachel mantuvo siempre una intensa relación con la librería y sus libreras, mientras trabajaba en una agencia que gestionaba la comunicación técnica transatlántica durante la Guerra Fría —teléfonos rojos incluidos—. La llegada de los satélites de comunicaciones jubilaron a Rachel; fue entonces cuando decidió aceptar la propuesta de Robert Gerofi de llevar la librería.

Por aquel entonces (1973), Tánger era algo más que el mito del orientalismo occidental en que se convirtió durante el siglo XIX. Funcionaba como puente de comunicación entre dos orillas, estableciéndose allí una cultura de paso. «Todo el mundo ha pasado por aquí» admite con una sonrisa Rachel. Como lugar donde experimentar, Tánger fue el destino idóneo para escritores de la talla de Truman Capote, Marguerite Yourcenar, Mohammed Chukri o Juan Goytisolo, entre otros.

 

«Escogería cualquier guía sobre Tánger. Soy una enamorada de la ciudad.»

Pero si hubo un escritor con el que Rachel congenió, ese fue Paul Bowles. La librera se convirtió en su confidente, por lo que tuvo que contarle al célebre escritor que su esposa Jane no había sido hechizada —como decía Bowles— sino que se había enamorado de una mujer. Rachel incluso actuó como mediadora entre Bowles y todos aquellos que deseaban conocerle. Los curiosos se dirigían a Colonnes, le daban una nota a Rachel, y esta se la entregaba a Bowles, quien decidía acceder o no al encuentro en función de su humor.

Rachel dejó de dirigir la librería en 1998. En la actualidad, Colonnes se ha convertido en el mausoleo de la Tánger de Bowles, en un museo de sí misma; es lo que la convierte en una librería única.

 

Tras haber trabajado durante años para una empresa norteamericana establecida en Lisboa, José Pinho no sabía qué hacer con su vida. Eran los años 90, y José dudaba entre hacerse pastor… o librero. Finalmente, en 1998 se decantó por abrir una librería; le puso el nombre de una revista que editaba: Devagar.

Prevenido de la problemática de la falta de stock que afecta a la gran mayoría de librerías, José tuvo la idea de abrir una librería que fuera sólo de fondo. Fiel al carácter de José, Ler Devagar se ha ido adaptando a lo largo de los años a diferentes espacios y a diferentes formas: pasó de compartir plaza con una litografía a ocupar un espacio cedido por una galería de arte, Zé dos Bois. Luego abandonó el Barrio Alto de Lisboa para ocupar la fábrica abandonada de Braço de Praia, estableciendo así la primera experiencia de uso de espacios industriales no abiertos al público —una suerte de reciclaje urbano—. Allí, Ler Devagar ofrecía bares, libros, conciertos e incluso una galería de arte.

 

«Escogería La sociedad del espectáculo, de Guy Debord.»

En la actualidad, Ler Devagar está situada en el barrio de Alcántara, cerca del famoso puente 25 de Abril, en una zona industrial reconvertida. El edificio que ocupa era propiedad de la antigua rotativa de periódicos Grafica Mirandela; la rotativa más vieja de Lisboa aún funciona dentro del edificio. Los medios extranjeros han atraído mucho la atención sobre la librería. Cuando la editorial Taschen incluyó Ler Devagar como punto a visitar en su libro 36 horas en Lisboa, notaron más de un 10% de crecimiento en las ventas.

En la actualidad, Ler Devagar se ha convertido en una sociedad anónima con 140 socios que ha expandido la pasión por la lectura por todo Lisboa. Más allá de la librería madre —donde José aún deja fumar y paga a gusto las multas—, la sociedad ha abierto diferentes librerías que responden a un concepto específico. Por ejemplo, han abierto una librería erótica en el espacio Pensao Amor, una antigua casa de citas que ahora está dedicado al sexo y al (des)amor.

Parece suficiente para saciar a cualquiera, pero José quiere más y se ha embarcado en un nuevo proyecto, más ambicioso incluso. Colaborar en convertir el pequeño pueblo medieval de Óbidos en una auténtica villa literaria. Ler Devagar es dueña de siete de las 11 (!) librerías que se encuentran en el pueblo, que acoge hasta cinco festivales diferentes de literatura. Uno de ellos, como no, organizado por Ler Devagar.

 

«Infames» no sería precisamente el calificativo que se le ocurriría a uno para definir a Alfonso Tordesillas y a Gonzalo Queipo, dos tipos de Madrid que representan como nadie la nueva generación de jóvenes libreros. Junto con otro amigo, Francisco Llorca, decidieron diseñar en octubre de 2010 aquél local en el que les gustaría perderse. Y llegaron a la conclusión que, en ese espacio, no podían faltar dos elementos: buenos libros y buen vino.

 

«Escogería Mortal y rosa, de Francisco Umbral.»
«Escogería En la belleza ajena, de Adam Zagajewski.»

Destaca que tres jóvenes decidan embarcarse en un proyecto basado en un modelo de negocio que cada vez más va perdiendo su rentabilidad. Por eso mismo, los infames —así se definen en su web— quisieron alejarse de un modelo específico: incidieron especialmente en el tipo de librería que querían ofrecer. Los infames notaron en el lector una sensación de cansancio hacia las grandes superficies; cada vez más buscan algo más pequeño y específico. Y en ese sentido, Tipos Infames ofrece una curosa selección de libros de carácter independiente, acompañados de una no menos curosa selección de vinos.

 

¿El secreto de su éxito? Más bien son dos: por una parte, consideran clave la localización de la librería, y cómo Tipos Infames ha conseguido inserirse en el tejido del barrio madrileño de Malasaña. El otro es fácil: cuando les preguntamos qué hace que una librería sea buena, su respuesta es clara: sus libreros.

 

NoLlegiu es un juego de palabras en catalán: puede traducirse como «No leáis», pero también como «No leéis». Es, a la vez, un desafío y una constatación. Su propietario, Xavier Vidal, analiza la realidad que le rodea como nadie, y se considera periodista antes que librero.

El papel de la NoLlegiu en el barrio donde se ubica, el Poble Nou de Barcelona, es notorio; aunque Xavier huye de calificar su librería como una «de barrio», por las connotaciones que supone a nivel de contenidos y de dimensiones. Efectivamente, la NoLlegiu se encuentra en un local que para nada uno identificaría con una librería; de hecho, ni estando parado justo enfrente.

 

«Escogería cualquier número de Mortadelo y Filemón. Le debemos mucho a Ibáñez.»

Xavier aprovechó la posibilidad de ocupar el local de la boutique Juanita, establecimiento icónico del barrio. Le tenía tanto respeto al antiguo local que lo rehabilitó manteniendo el aspecto que tenía la tienda, así como su nombre en la entrada. De hecho, en la puerta lo primero que se lee es «Juanita». Luego, si uno se fija, también leerá «NoLlegiu».

Xavier insiste que su librería no sería posible sin sus lectores, sin la gente del barrio que muestra un enorme interés por la lectura. Buena prueba de ello es que el traslado de la NoLlegiu desde su antiguo local al que ocupaba Juanita fue posible gracias a la colaboración de 130 vecinos, que cargaron con las cajas llenas de libros. Ahora disponen de un local donde asistir a actos relacionados con la lectura y, sobre todo, donde leer.

 

El nombre de Catherine Domain va ligado al viaje. Ya de adolescente emprendió su primer gran viaje, con los Estados Unidos como destino. Tras volver, pensó: «Si es así en los Estados Unidos, debo conocer todos los países del mundo». Cumplió con su decisión durante diez años, recorriendo el globo hasta que, entre Colombo y Surabaya, decidió crear un nido propio en su París natal. Tras años viajando, llegó a su Ítaca particular y en 1971 fundó la librería Ulysse en la isla de Saint-Louis. Compartía el local con una librería de filosofía donde la principal actividad eran las partidas de ajedrez que jugaba su propietario.

 

«Escogería El uso del mundo de Nicolás Bouvier.»

Con el dibujante de cómic Hugo Pratt y la viajera Elle Maillart como padrinos, Ulysse consiguió superar unos inicios complicados gracias a un artículo aparecido en la revista Paris Match. La intención de Catherine era la de ofrecer a los viajeros aquello que ella no pudo encontrar en su momento: información sobre diferentes lugares del mundo en un mismo espacio. Ella lo llama «el kilómetro cero del viaje».

En 2005, Catherine creó la versión veraniega de Ulysse en la población de Hendaya, frontera entre el país vasco francés y el español. Allí tiene una casa de su familia, y un día decidió bajar más de cuatro toneladas de libros desde París para abrir la librería de junio a septiembre.

Con el paso de los años, Catherine viaja cada vez menos. Aunque ha encontrado una solución para ello: no moverse de la librería: «cada comprador es un viaje».

 

«Cada librería condensa el mundo. No es una ruta aérea, sino un pasillo entre anaqueles lo que une tu país y sus idiomas con regiones extensas en que se hablan otras lenguas. No es una frontera internacional sino un paso —un simple paso— lo que debe atravesarse para cambiar de topografía y por tanto de toponimia y por tanto de tiempo. (…) No es una carretera, sino un tramo de escaleras o tal vez un umbral o quizá ni siquiera eso: darle la vuelta, lo que vincula un género con otro, una disciplina o una obsesión con su reverso a menudo complementario: el drama griego con la gran novela norteamericana, la microbiología con la fotografía, la historia del Lejano Oriente con las novela populares del Far West, la poesía hindú con las crónicas de Indias, la entomología con la teoría del caos.» — Extracto de la obra Librerías (Anagrama), de Jorge Carrión

 

Jorge Carrión es, probablemente, el mayor experto en librerías sin poseer ninguna —si bien es cierto que su colección particular de libros (unos 5.000) podría considerarse como tal—. Desde que publicara el ensayo Librerías (finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2013), reconoce que se ha convertido en una especie de «embajador» de las librerías, así como un «esclavo» de las mismas. Admite que, desde entonces, le es imposible visitar una población sin buscar sus librerías, y pasar allí un buen rato.

 

«Escogería El Quijote, un clásico indiscutible.»

Jorge fue el comisario del Encuentro de Libreros, incluido dentro del festival Literaktum, que acoge Donostia en calidad de Capital Europea de la Cultura 2016. Él se encargó de invitar a los libreros que participaron en un debate que trató la tradición —la librería como agente cultural desde siempre—, la hibridación de las librerías, el futuro… y el viaje. Siempre el viaje.

Y es que para Jorge, «si el libro es un viaje, la librería es una agencia de viajes».

 


Fotografías (c) de Jordi Brescó. En la cabecera, detalle de una estantería de la librería Kaxilda.