Es una historia conocida: Dakar sufre de superpoblación desde los años 50. Y aún antes, el estado colonial desplazaba a las familias de los barrios populares, con macro operaciones de desahucio, en grandes proyectos de mejora urbana, que generaban con cada nueva ola espacios precarios en la periferia.
Así nació la pequeña Pekín de Dakar: el departamento de Pikine. Una nueva ciudad enfrentada a graves problemas de saneamiento e infraestructuras, de desempleo y falta de espacios culturales dedicados a los jóvenes. Así, para ver una película o un concierto o disfrutar de un espacio cultural, nosotros, los jóvenes artistas de la periferia, nos vamos a menudo al centro de Dakar, a una hora de coche —dependiendo de los atascos—, donde la mayor parte de las películas que se proyectan cuentan de un modo inexacto nuestras vidas de barrio. Pero impulsados por la subida en el precio del transporte y la distancia para acceder a esas pocas salas de cine de la capital, así como por el encuentro c...


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