Yaoundé, capital sin agua donde llueve sin cesar… Este es el rabioso título del último texto del novelista camerunés Mongo Beti. Yo podría decir casi lo mismo de Dakar, mi península natal, rodeada por las olas del Atlántico pero cada día un poco más torturada por la sed, y en la que los habitantes ni ven ni sienten jamás el azul inmenso del océano. Esta «evaporación» del gran azul es aún más chocante porque nos ha cogido a todos por sorpresa. Ha sido como despertarse una mañana y darse cuenta, al intentar abrir la ventana, de que tus vecinos habían tenido, mientras dormíais, la genial idea de tapiarla.
¿Pensáis que exagero? Tenéis razón: hablo bajo el efecto de la cólera. En realidad, el desastre actual no nos ha caído encima de un día para el otro. No, no podemos decir eso. En estas últimas décadas, hemos visto a dudosos promotores inmobiliarios, cabrones bien vestidos y de buenas palabras, robar el horizonte a golpe de grandes hoteles y restaurantes en la Corniche. Y por extraño q...
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