El escritor que tantos caminos abrió en la literatura fantástica y de aventuras defiende la necesidad de caminar en solitario para inspirarse. Sólo entonces la libertad forma parte de la esencia del caminante. Nada ni nadie debe marcarle el ritmo de sus pasos: sólo su voluntad. Y no hay mejor estado de ánimo que el de alguien que se hace al camino.

No debiéramos considerar que una caminata, como algunos nos hacen suponer, es únicamente un modo mejor o peor de observar la naturaleza. Existen muchas formas de disfrutar de un paisaje igualmente válidas, si bien ninguna más intensa, a pesar de los hipócritas diletantes, que desde un vagón de tren. Sin embargo, en una caminata, el paisaje es bastante accesorio. Aquel que verdaderamente pertenece a la hermandad caminante no pasea a la búsqueda de lo pintoresco, sino de ciertos agradables estados de ánimo: la esperanza y la energía con las que comienza la marcha en la mañana, así como la paz y la saciedad espiritual del descanso de la ...


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