Thoreau, el noble radical por excelencia, tenía claro dónde estaba su territorio: fuera de la ciudad, fuera de las tiendas y comercios donde los hombres pierden su vida de piernas cruzadas, fuera incluso de los caminos invadidos por caballos y carros. Caminando en los bosques sin civilizar.
Deseo hablar a favor de la Naturaleza, de la libertad absoluta y de lo salvaje, en contraposición a la libertad y la cultura meramente civiles, y considerar al ser humano como un habitante o una parte constitutiva de la Naturaleza, y no tanto como miembro de la sociedad. Quisiera hacer una declaración radical y, si se me permite, enfática, pues ya hay suficientes defensores de la civilización: el sacerdote, el consejo escolar y cada uno de vosotros os encargaréis de ello.
En el transcurso de mi vida he conocido sólo a una o dos personas que comprendiesen el arte de Caminar, es decir, de andar a pie.
Pero lo cierto es que hoy en día no somos más que pusilánimes cruzados, y ni siquiera los caminante...
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