A las 3 de la madrugada, la tormenta entró al cuarto donde yo dormía y me invitó a salir. Abrí la puerta de la cabaña en la que estaba y, antes de traspasar el umbral, un último pensamiento cruzó como una ráfaga: «Mi auto quedó a la intemperie, al borde de la ruta, a unos kilómetros de este lugar… Llegué hasta aquí por caminos de tierra que posiblemente no serán transitables por días… ¿acaso estoy atrapado?». Un estruendo me dijo entonces: «¡Ya nada de eso importa!». En aquel instante y con un solo paso me interné, por fin, en la selva.
«En la sonata de la selva está resumida la sinfonía del Universo» (Eloy Fariña Núñez)
Busqué un refugio desde donde observar lo que estaba ocurriendo y me sentí cómodo en la presencia de aquello que, en un primer momento, consideré amenazador… Lo oscuro. Lo caótico. ¡Qué difícil es sacar conclusiones sobre algo que no puede ser visto! Pero si se logra superar el temor de no tener parámetros a los cuales atenerse, empieza a abrirse un sentido distinto,...


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