Estamos en la Ciudad Vieja. A nuestras espaldas dejamos el Palacio Salvo y su misticismo. Atravesamos la Puerta de la Ciudadela. Elevando la vista, ese edificio que, de tan feo, es bello. Su estilo años 70 choca con el art déco de Palanti. Decenas y decenas de grises cajas de aire acondicionado se agrupan, sin orden, configurando junto al cielo azul un ajedrezado: arquitectura casual, infraestructura matemática. El centro de Montevideo es sólo un aperitivo del eclecticismo que se extiende por toda la ciudad. La peatonal de Sarandí, ya en su comienzo, se ve muy transitada. Ejecutivas de traje, puestos de venta de cuero, paseantes con el termo de mate bajo el brazo. Y, a pesar del frío, jóvenes que almuerzan al aire libre.
En una localización tan privilegiada como esta se encuentra la librería Puro Verso, alojada en el edificio Pablo Ferrando, de 1917, de estilo industrial, con grandes ventanales de espejo y columnas de hierro. El escaparate es curvado, la entrada de simetría kubrickiana y la escalera art nouveau se encuentra junto a uno de los ascensores más viejos en uso en todo Montevideo. Pero sobre todo… huele a libro. En Puro Verso huele a libro más que en cualquier otra librería.