—Nos hizo pasar por debajo del puente, pensamos que era agua limpia, pero ¡ay! había harta majada de marranos, apestaba horrible y ya que habíamos cruzado vimos que estaban los de inmigración. Nos detuvimos como dos horas dentro del agua, después cambiaron turno y pasamos a una barranca que estaba a un lado, ¡ay! pero ese olor que teníamos… Cuando nos dijo agáchense, que viene otra vez, seguíamos en el agua. Los de inmigración pasaron y a correr, me levanto, jalo la mochila, entonces que los veo tirados atrás de mí. ¡Había muertitos!, los que no consiguen pasar, lo que se mueren de sed, a los que matan… pero me dice el coyote, no tenga miedo, camínele y avance y yo me encomendé a la Virgencita.
Su esposo se fue primero, ella después. Yo nunca había conocido a alguien que hubiera cruzado la frontera. Tal vez aquí es usual, pero en mi país no. En Cuba emigran en lanchas a través del estrecho de la Florida.
—En ese tiempo cargaba con 5.000 pesos para gastos y el coyote cobraba 20.000. Nos...


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