Ese diminuto pedazo de tierra en medio del gran azul debe ser una de las islas del archipiélago de Riau. Si es así, mil kilómetros me separan aún de mi destino. Tiempo suficiente para que esta emoción por conocerlo, anticipada durante años, se desboque todavía un poco más. Dicen que toda expectativa excesivamente sublimada es un boleto para la decepción, pero se me antoja algo inevitable al tratarse, sin duda, de uno de esos lugares convertidos en míticos por el imaginario viajero. Cuna de Sandokán, tierra de sultanes y piratas, escenario de aventuras y leyendas, hogar del orangután y de una de las selvas más impenetrables y primigenias del planeta, epítome del exotismo más feroz. Escondiéndose y mostrándose entre las nubes, percibo ya los contornos de la isla de Borneo.
Descubierta para Occidente por los navegantes Elcano y Magallanes en 1521, la monstruosidad de Borneo te disuade de intentar recorrerla entera en un solo viaje. Por supuesto, siempre depende del tiempo de que se dispon...


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