Mañana llega a las librerías ANNEMARIE (Norma Editorial, 2019) la novela gráfica de María Castrejón y Susanna Martín que profundiza en la vida de la periodista de viajes, fotógrafa y novelista Annemarie Schwarzenbach. Un relato poliédrico sobre los periplos —físicos y emocionales— de una de las grandes olvidadas del siglo XX. Con motivo de su inminente salida publicamos el prólogo para desatar el interés que merece leer, oler, mirar y hasta escuchar ANNEMARIE


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Esto no es un prólogo, es una advertencia: antes de comenzar a leer esta novela gráfica —Annemarie— debes saber que entre tus manos no sujetas una obra inofensiva, sino pura dinamita dibujada. Su publicación es un acto revolucionario en sí mismo. Y no solo porque Annemarie Schwarzenbach sea una (no)mujer*, lesbiana y masculina. No porque desde la infancia nadase a contracorriente en una casa y con una familia tradicional que simpatizaba con el nazismo. Tampoco por sus adicciones o sus ingresos psiquiátricos. Ni siquiera por ser una pieza tan relevante para comprender el reporterismo o la crónica de viajes de la primera mitad del siglo XX. No tienes en tus manos un arma por alguno de estos motivos, sino, posiblemente, por todos ellos. Estas 150 páginas son transgresoras por la forma en que Susanna Martín y María Castrejón han decidido mirar. Por construir una historia desde un lugar apenas habitado: el relato multidimensional. El resultado es un mosaico —como la vida misma— elaborado con todas las piezas necesarias para narrar a un personaje y hacer frente (y confrontar) a una Historia Oficial cuya principal característica siempre ha sido la parcialidad. Esa Versión Oficial (con mayúsculas) borra a la mayoría y minimiza a las restantes. El poso que queda de todas aquellas que destacaron acaba reduciéndose a cuestiones emocionales o personales y diluyendo cualquier ápice de lo profesional.

La salud mental de Annemarie Schwarzenbach con dos intentos de suicidio y su drogodependencia son más que suficientes para que esa periodista intrépida y pionera, poco a poco se convierta en la triste —en el «ángel devastado» como la definía Thomas Mann—, en la reportera rara, en la viajera inconsolable. Annemarie Schwarzenbach no es triste, ni lo está. O tal vez sí, en ocasiones. A veces a menudo; demasiadas. O quizás no las suficientes. Pero da bastante igual. Porque ni a Annemarie ni a ninguna mujer la define esto. O al menos, no solo esto.

Mientras que a un escritor alcohólico se le glamuriza, a uno suicida se le intelectualiza, a uno acosador se le romantiza; a ellas siempre se las patologiza. Fuera, alguien se encarga de situarlas donde deben estar. La Versión Oficial, con todos sus cómplices, sacará la artillería pesada de la tecnología de género y usará esas cinco letras precisas y suficientes —M-U-J-E-R— para hacernos olvidar por completo su(s) carrera(s) y, por el contrario, compadecernos.

From «Game Over» to «To Be Continued»

Pero no. Ya basta. Esta novela gráfica es la resistencia.

No penséis que aquí se invierte la historia. No es una reacción en binario, entre blanco y negro. Es una respuesta sincera: Annemarie sigue siendo hedonista, depresiva, frecuente de la noche, desagradable, cortante y testaruda. Solo que también es promiscua, sáfica, ambiciosa y una gran periodista internacional. Este cómic no va de seguir negando la vulnerabilidad, los malestares y el dolor. De sepultar «todo lo malo» y mostrar el lado amable. En estas páginas vemos a una Annemarie que se rompe en mil pedazos y se fracciona como las viñetas que la enmarcan. Vemos a una Annemarie que junto a Ella Maillart viaja durante 6 meses en el verano de 1939 a través de los Balcanes, Turquía, Irán y Afganistán en su Ford Roadster de 18 caballos. Vemos a una Annemarie con un deseo sexo-afectivo infinito. También vemos a una Annemarie odiosa.

Annemarie Schwarzenbach es el King Kong de la escritora francesa Virginie Despentes: «King Kong funciona como la metáfora de una sexualidad anterior a la distinción de los géneros tal como se impuso políticamente alrededor de fines del siglo XIX. King Kong está más allá de la hembra y más allá del macho. Es la bisagra (…) Luego, los hombres de uniforme, lo político, el Estado, intervienen para matar a la bestia». Es la discípula de Virginia Woolf, pero no solo mata al Ángel del Hogar. Mata a la feminidad tradicional. Se muestra libre, e independiente. Se erige como modelo de empoderamiento. La vida de Annemarie reivindica el derecho al mal: el derecho a no tener que sonreír, a ser inestable, a no ser femenina, a ser toxicómana, a viajar sola o acompañada de otra mujer por el mundo, a no tener que ser heterosexual.

Representations matter

Este es un trabajo de recuperación, un intento de engrosar la herstory. Y sin embargo, es solo eso: una historia. Pero esa mutación del relato de las 2D frente al, me atrevo a decir, relato cubista reconceptualiza y resignifica la historia. La cambia por completo. Despatriarcaliza: lo desmonta todo y lo vuelve a hacer encajar con todas esas piezas que faltaban hasta el momento.

Al valor de todo ello se le suma, además, la potencia en formato cómic pues los trazos de cada viñeta envuelven y sumergen en esta biografía multiángulo de Annemarie Schwarzenbach. Estas escenas dibujadas trasladan, porque se ven, se leen, pero en ocasiones también se escuchan y hasta se clavan en el pecho con esos colores rojizos que aparecen de cuando en cuando. La representación literaria, pero también visual de Annemarie como una (no)mujer lesbiana importa. Porque así nos reconocemos, en espejos. Y si el reflejo que nos devuelve siempre es el mismo, ¿cómo nos encontramos? Necesitamos más reflejos de mujeres, más reflejos LGTBIQ+, más reflejos racializados, rurales, diversos funcionales, de corporalidades no normativas.

Aquí sí nos vemos. Ahora sabemos que en los años 20 Annemarie ya era una butch, ya tenía relaciones con mujeres, ya soñaba con viajar y escribir y reportear. Y ya lo hacía. Por supuesto, no hay que olvidar que la protagonista es una mujer blanca, europea y de clase alta, por lo que contaba con los recursos suficientes para permitirse viajar y para tener contactos. Con lo que no contaba era con el apoyo de su familia, pero lo hacía igualmente. Y toda esa inestabilidad que demuestra en lo emocional, jamás aparece en su trabajo: no duda, ni tiene miedo ni pierde tiempo en licencias sobre el «yo» o el proceso de partir. Regala, sin embargo, descripciones largas, minuciosas y despiertas como su mirada.

En esta novela gráfica no solo encontrarás viajes físicos, de esos que se localizan en el espacio, también compartirás el periplo interno de Annemarie desde su tierna infancia a su madurez ideológica, y los malos viajes de la morfina y la salud mental que saben a bilis. E incluso, sin apenas percibirlo, sentirás el recorrido del proceso creativo, podrás incluso tocarlo. Pero solo si quieres, si todavía te atreves a pasar a la siguiente página y ser cómplice de todo esto.

 

*En referencia al planteamiento de Monique Wittig

 


ANNEMARIE

Susanna Martín y María Castrejón

Norma Editorial, 2019