Dedalus: Primera revista electrónica cultural tunecina en árabe, lanzada en abril de 2006, producida por el escritor y traductor tunecino Walid Soliman.

Es difícil saber qué es más difícil: empezar un texto o terminarlo —reflexionó Walid Soliman, sin juzgar si aquel juego de palabras que le vino a la mente era bueno o malo. Lo único que le importaba ahora era saber cómo empezar el texto que tenía que escribir para su workshop sobre literatura tunecina, y cómo terminarlo bien, por supuesto. Solo era un texto técnico de presentación, es verdad, pero Walid quería hacerlo de manera creativa, para impresionar e inspirar a los asistentes ya desde el primer día.

—Rafiq, prepárame otro té, por favor —solicitó Walid al camarero con su usual amabilidad.

Él estaba sentado en un café de la capital al que solía ir cuando quería escribir. Era un lugar tranquilo, en el que conocía a todos y se sentía a gusto al pensar en sus historias. Aunque ahora mismo lo que tenía que pensar era en el workshop. Pero su mente divagaba. Tenía su habitual bloc de notas y el bolígrafo bien sujetos, y los pensamientos sueltos volando por ahí. En este momento se acordaba de otro de sus proyectos: los talleres de escritura y literatura. Los había empezado en 2012, una alternativa más para sostenerse económicamente, siendo escritor y traductor. Pero antes de esto, en 2006, tuvo una revista cultural: Dedalus, la primera en formato electrónico tunecina en árabe. Una publicación sobre literatura y cultura, con artículos, ensayos, traducciones de poemas, historias cortas de él y de otros autores. El nombre Dedalus tenía doble inspiración: hacía referencia a Dédalo, el personaje mitológico griego, constructor del laberinto de Creta y, a su vez, al personaje Stephen Dedalus, de James Joyce, uno de sus autores preferidos.

—Rafiq, ¿conoces a James Joyce?

—¿Es una mujer?

—No, es el que escribió Ulises, ¿sabes?

Rafiq se encogió de hombros, pero Walid siguió pensando en eso. Joyce era el que escribió Ulises y lo hizo, claramente, inspirado en el personaje de Homero, que en griego se llama Odiseo y en latín, Ulises. El mismo Ulises que, en una de sus primeras aventuras, desembarca en la isla de los lotófagos, ubicada por muchos historiadores en la isla tunecina de Djerba.

¿Y si empiezo el texto del workshop con una cita de la Odisea? —consideró Walid mientras se rascaba la ceja derecha con la mirada fija en un canto de la mesa—. ¿Y si empiezo con la cita de otro autor que se haya inspirado en las bellezas de Túnez? ¿Guy de Maupassant, por ejemplo?

—¿Quieres almendras? —preguntó Rafiq, sirviéndole el té de menta.

—No, gracias.

¡No, no! Mejor no empezar con un autor extranjero —siguió con sus pensamientos el escritor—. Al fin y al cabo, es un workshop sobre literatura tunecina, y tenemos autores buenísimos aquí mismo. Además, hay algunos occidentales que se equivocan mucho al interpretar nuestra cultura. Mira Flaubert en Salambó, por ejemplo; a mí me parece una visión hipersexualizada del mundo árabe. Aunque la literatura tunecina sí que sabe ser osada —reflexionaba Walid mientras hacía, sin percibir, movimientos repetidos con el boli que tenía en la mano.

—Su cambio, amigo —dijo Rafiq, interrumpiendo otra vez los profundos pensamientos de su cliente. Walid, sin embargo, siguió estático, meneando su boli y mirando fijamente el billete de diez dinares que ahora tenía enfrente de sí. El billete en el que aparece el poeta Aboul-Qacem Echebbi (1).

—¡Eso es! —exclamó Walid de repente, saliendo de su trance—. Voy a empezar con una cita de Echebbi. Aquella que dice: «Bendigo a los que tienen ambiciones y a los que disfrutan arriesgándose» (2).

Por la cara que puso Rafiq, el escritor percibió que era mejor seguir ensimismado y se calló. Pero no desistió de su idea. Si empezara con la cita de Echebbi podría hablar en seguida de ejemplos osados de la literatura tunecina, como El jardín perfumado —el Kamasutra árabe del siglo XV— escrito por al-Nefzawi. Asimismo, podría hablar de casos más recientes, como Kalb bin Kalb (Perro, hijo de perro), la novela del periodista disidente Taoufik Ben Brik que se volvió un bestseller (a Walid personalmente no le gustaba demasiado la obra, pero era buen ejemplo de literatura contestataria); o de Erección negra, novela erótica llena de connotaciones políticas que obtuvo gran fama en Túnez en 2015, y hasta de Yo soy árabe pero me estoy tratando, del dibujante Lofti Ben Sassi. Siguiendo dicho hilo de osadía, podría hablar, incluso, de Sghaïer Ouled Ahmed, «el poeta más rebelde de Túnez», como dijo una vez el periodista Ricard González (3). ¿Y si cambiara la cita de Echebbi por una cita de Sghaïer Ouled al inicio? —Sopesó Walid—. Podría ser aquella: «Esta tierra…/a la que añadiré una palabra, tomada de mi muerte/ y nombraré/Mi tierra» (4).

Walid apuntó la cita en su bloc de notas y volvió a hojearlo. Mirando sin atención sus antiguos apuntes, siguió con su línea de pensamiento. Si empezara el texto del taller con los versos de Ahmed, podría trazar entonces una relación con la revolución de 2011 y explicar los cambios ocurridos en la literatura del país. De hecho, desde la caída del régimen de Ben Ali, hubo un gran aumento en la publicación de libros y también se elevó el número de editoriales, además del boom de las memorias y de la literatura de cárcel. «¿Era esto una señal de que la literatura tunecina se estaba liberando, estaba saliendo de su laberinto?», consideró Walid mientras contemplaba un boceto del logo de su revista que había en su cuaderno: un dédalo sobre una taza de café.

Desde la caída del régimen de Ben Ali, hubo un gran aumento en la publicación de libros y también se elevó el número de editoriales, además del boom de las memorias y de la literatura de cárcel

Por lo menos, era visible que los escritores tunecinos intentaban diversos caminos. Unos escribían novelas clásicas, algunos creaban poesías audaces y otros, como él mismo, hacían un poco de todo: escribían ensayos, novelas, historias cortas, guiones de teatro y de cine, además de traducciones. Había también los que escribían en francés y los que escribían en árabe. Por cierto, era importante enseñar esta distinción en su texto del workshop —pensó Walid—. Al fin y al cabo, la literatura tunecina en francés tenía más oportunidades de ganar el reconocimiento internacional e incluso recibir apoyo y subvenciones de sus antiguos colonos, pero encontraba algunos prejuicios en su propio país. Mientras tanto, la literatura tunecina en árabe tenía dificultades para encontrar apoyo interno, como ya le había quedado claro con su propia revista, cuyas publicaciones tuvieron que ser interrumpidas por falta de financiación. Y más allá de esta dicotomía aún era importante reconocer la influencia de otras culturas sobre la literatura tunecina. Él mismo estaba escribiendo actualmente el guión de una película sobre el poeta italo-tunecino Mario Scalesi, quien eligió el francés como su lenguaje de creación artística.

Reflexionando sobre esta multiculturalidad de la literatura tunecina, Walid se acordó de una historia corta de Habib Selmi (5), un gran novelista amigo suyo que vive en París, y tenía este cuento, ¿cómo era? Uno que era como un diálogo entre civilizaciones. ¿Cómo se llamaba el cuento? Walid cerró los ojos en un intento de reconstruir la historia, pero sus recuerdos fueron interrumpidos por un fuerte sonido de trueno. Era el comienzo de una tormenta eléctrica.

Fue entonces cuando el escritor reparó en otro cliente del café, quien se asombró con el cambio repentino del tiempo y casi derribó la pinta de Guinness que tenía enfrente. Al percibir que Walid lo observaba, el hombre le devolvió la mirada, abrió una boca llena de dientes podridos y le dijo:

—Tú me hablas de nacionalidad, idioma, religión. Yo intentaré pasar por estas redes (6).

Walid frunció el ceño y después, paradójicamente, sonrió.

—¿De qué te ríes? —preguntó el hombre, tomando un sorbo de Guinness.

—Es que te pareces mucho a Dedalus, el personaje de Joyce —dijo Walid sin entender nada— y no le encuentro lógica alguna.

—Puede ser… —dijo otra voz de acento más latino procedente del bar. Walid se giró para mirar quién hablaba y vio al mismísimo Jorge Luis Borges completar la frase—, pero ahora quien está en el laberinto eres tú.

Rafiq tocó suavemente el brazo de su cliente. Walid se despertó asustado (7).

—Perdona, amigo —se disculpó el camarero—. Vamos a cerrar en breve.

—No pasa nada, Rafiq. He encontrado el camino.

Walid se fue corriendo a casa, entró en la biblioteca y cogió Atlas, el libro de viajes de Jorge Luis Borges. Por fin, reconociendo su propia mezcla de influencias, parafraseó un texto del autor argentino (8):

Este es el laberinto de la literatura tunecina. Este es el laberinto de la literatura tunecina cuyo centro es el mestizaje. Este es el laberinto de la literatura tunecina cuyo centro es el mestizaje que incluye árabes, franceses, italianos y muchos más. Este es el laberinto de la literatura tunecina cuyo centro es el mestizaje que incluye árabes, franceses e italianos, y por el que ya pasaron muchos extranjeros. Este es el laberinto de la osadía, de la rebeldía, del lúdico y también del clásico. Este es el laberinto de la literatura tunecina, donde la revolución abrió nuevos portales. Este es el laberinto de la literatura tunecina, donde uno entra por el placer de explorar sus caminos y, al revés de perderse, puede encontrarse a sí mismo en el centro de este mestizaje.


1. Poeta tunecino nacido en 1909 en Tozeur. Fue el artista que cambió la poesía tunecina y dio una nueva orientación a la poesía árabe contemporánea. Fue un poeta vanguardista, a pesar de la influencia romántica y el peso de la tradición. Incitaba a la acción contra la incultura y la intolerancia, a pesar de su lirismo melancólico. Es considerado el poeta de la libertad de Túnez.

2. Trozo del poema «La voluntad de vivir», de Aboul-Qacem Echebbi.

3. El periodista Ricard González es corresponsal del periódico El País en Túnez y reside allí desde 2015. Él expone dicha opinión en el reportaje «Sghaïer Ouled Ahmed, el poeta más rebelde de Túnez», publicado en El País, en 13 de abril de 2016, en ocasión de la muerte del poeta.

4. Trozo de la poesía «La Voluntad» (Al-Wassiyah), escrita por Sghaïer Ouled Ahmed en 1992, publicada en Túnez en 2002, con traducción al inglés de Tristan Cranfield publicada en la versión online de Banipal Magazine.

5. Nacido en 1951 cerca de Kairouan, Habib Selmi es un escritor tunecino con ocho novelas publicadas, así como dos libros de cuentos. La historia de la que Walid intenta acordarse es «The Visit» (La visita), traducido al inglés por Issa J. Boullata y publicada en Banipal Magazine n. 4.

6. Traducción al castellano de una frase del propio Stephen Dedalus, en Retrato del artista adolescente. La frase original en inglés es: «You talk me of nationality, language, religion. I shall try to fly by those nets».

7. El sueño del escritor Walid Soliman es una idea inspirada en una obra de él mismo: el cuento «La Plaza de Jean Genet», traducido al castellano por Omar Pérez Santiago.

8. El texto final es una paráfrasis de «El laberinto», historia corta de Jorge Luis Borges publicada en el libro de viajes Atlas, de 1984.


Esta crónica forma parte del libro Mosaico, 33 historias sobre la vida tunecina, disponible próximamente.

En cabecera, fotografía de Evgeny Nachitov (CC-by-sa 2.0)