Los políticos profesionales están en una campaña electoral permanente. Mientras que los raperos no pertenecen a un partido político, por eso son mucho más creíbles. Cuando atacan a alguien no lo hacen porque otro partido les vaya a pagar, sino por convicción», así explica Xuman, un veterano artista senegalés, el prestigio que han construido los raperos del país. Más allá de los criterios artísticos, las rimas han sido una de las principales herramientas de movilización juvenil en las últimas dos décadas. Pero los músicos no sólo han conseguido llevar a las urnas a los y las más jóvenes, en un país con una media de edad de 18 años; sino que además les han inoculado el virus de la inquietud política y social, rompiendo una barrera de apatía dudosamente casual.

El pasado mes de febrero se celebraban elecciones presidenciales en Senegal en un clima de considerable contestación y con una sociedad civil que llevaba meses alertando del retroceso de las libertades y derechos fundamentales. El presidente en ejercicio, Macky Sall, se convertía en un sastre para confeccionarse unas normas electorales a medida, las instituciones negaban la autorización a organizaciones civiles para marchar en la calle y algunos de los principales opositores se veían atados de pies y manos por sus oportunos problemas con la justicia. Y en medio de esos nubarrones la corriente más comprometida del hip hop local volvía a levantarse.

La playlist inconformista

Los miembros de Keur Gui, la pareja de MC que estuvo en el origen del movimiento Y’en a Marre, despidieron el año 2018 con una polémica canción titulada «Saï Saï au coeur», en la que hacían un repaso de las maniobras oscuras de Macky Sall durante su mandato, incluidas la concesión de contratos a empresarios europeos y las sospechas de enriquecimiento. Saï saï es la expresión en wolof con la que se refieren en Senegal a los rateros o a los buscavidas. A finales de enero, Awadi, un totem del rap senegalés, lanzaba un vídeo y una canción: «L’impertinent», en el que aparecía esposado con traje de presidiario conducido por policías encapuchados entre una muchedumbre que le saludaba puño en alto, mientras la letra recordaba su compromiso con la ciudadanía y no con los políticos. Una semana después se difundía otro video en el que Xuman, otro de los veteranos de la escena hip hop senegalesa, se multiplicaba en la pantalla para criticar los vicios de los políticos y alertar de su tendencia a la corrupción y, por eso, llamaba a la ciudadanía a hacerse con el poder que les daba el voto.

A finales de enero, Awadi, un totem del rap senegalés, lanzaba un vídeo y una canción: «L’impertinent», en el que aparecía esposado con traje de presidiario conducido por policías encapuchados entre una muchedumbre que le saludaba puño en alto

El más tardío de esta lista de éxitos descarados fue Simon, otro de los impulsores del molesto movimiento Y’en a Marre, que se atrevió con una arriesgada provocación. El rapero anunció el 13 de febrero que al día siguiente declararía su «ardor» por Macky Sall y desencadenó una oleada de reproches. Una parte del público entendió que iba a apoyar la campaña del presidente, dejando a un lado las críticas de Y’en a Marre. Sin embargo, el vídeo y la canción «Yaa tei» demostraron que el rapero seguía en sus trece. El «ardor» anunciado, era un ardor incendiario, según él mismo concretó. El tema, lanzado dos semanas antes de las elecciones, repasaba las promesas incumplidas por Sall y los motivos de decepción de quienes habían votado por él en 2012, esperando un cambio en la forma de hacer política. Esa corriente comprometida, tan característica del hip hop senegalés, demostraba que tras casi veinte años en la vanguardia de la sociedad civil, continuaban con ganas de jugar un papel en la vida ciudadana del país.

Para Awadi, por ejemplo, esa forma de ver la música como una mezcla natural de arte y compromiso no es una elección. «Consideramos que es un deber decir lo que queramos, cuando queramos. Tenemos la suerte de poder hacerlo. Tengo un contrato de conciencia y de confianza con el pueblo, que me sigue y me escucha desde siempre», explica. «Tengo el deber de estar presente cuando se escribe la historia de mi país. No seré un espectador. Seré un actor», sentencia.

Maleducados e incorrectos

«Durante muchos años», explica Xuman, «los raperos eran tachados de maleducados e incorrectos, porque en la tradición senegalesa se debe respeto a las personas de más edad, a los jefes, a las personas con responsabilidad. Pero los raperos llegaron para cuestionar la jerarquía y establecer una diferencia entre un jefe elegido y uno tradicional». En ese sentido, el músico asegura que los raperos no sacuden la autoridad moral de los notables de la sociedad, pero para los políticos el trato es otro. «Los cargos electos de la República deben rendir cuentas», sentencia.

Awadi explica el terremoto que supuso la entrada en escena de los raperos. «Aquí la gente está acostumbrada a un tipo concreto de griot. El artista era el que cantaba las alabanzas del político a cambio de dinero. De repente, llegamos nosotros y empezamos a criticar. No tenía sentido. El griot le canta al tipo y el tipo le da un billete. Nosotros llegamos y criticamos. No sólo te quedas sin billete, sino que además te haces enemigos», cuenta divertido uno de los patriarcas del género. «Tomamos la palabra, bueno, más bien la arrancamos y la gente se sorprendió por ver a unos artistas hablando de política», bromea.

A partir del año 2000, los músicos se convencieron de su capacidad de movilización y se lanzaron a la calle, sin tomar posición por ningún partido, sino reclamando el protagonismo de la ciudadanía en las elecciones: que fueran transparentes, que los y las senegaleses expresasen su decisión, que se respetase el deseo del pueblo… que la democracia fuese una garantía. Y desde entonces, esos músicos han sido al mismo tiempo voz de la conciencia de la sociedad civil, altavoz de sus reivindicaciones, centinelas (como a ellos mismos les gusta decir) de los derechos y, en ocasiones, fuerza de choque de esa voluntad popular.

ADN irreverente

Sin embargo, el espíritu de resistencia está presente en el rap senegalés desde su nacimiento. Antes de 2000 y de que se deshiciesen de los complejos y las prudencias, la semilla de la crítica estaba ahí. Xuman recuerda una de las primeras frases que se escucharon rapeadas en el país. «La canción que hizo popular a Positive Black Soul (el germen del rap senegalés por execelencia, en el que precisamente rimaba Awadi) empezaba diciendo «Nosotros no somos el PS (Partido Socialista, en el poder en la época), no somos el PDS (principal partido de la oposición) somos el PBS (Positive Black Soul) el nuevo partido que viene a salvar a los jóvenes». Y eso era el año 1992», relata satisfecho el artista. «Positive Black Soul, BMG44, Rapadio, son grupos de la old school, que eran barómetros sociales y tenían en su ADN la contestación y el compromiso social y político», continua citando a los pioneros del género.

El espíritu de resistencia está presente en el rap senegalés desde su nacimiento. Antes de 2000 y de que se deshiciesen de los complejos y las prudencias, la semilla de la crítica estaba ahí

Para este rapero mítico senegalés, con 27 años de escenarios, ese estilo o, más bien, el movimiento del que era portavoz tenía una posición clara: «Desde el primer momento, se veía que veía que había un antagonismo entre el rap y los que ejercen el poder». Por su parte, Awadi se revuelve cuando se coloca al rap en una posición de confrontación. «No es cierto, yo no estoy en contra. Estoy a favor. A favor de que este país y este continente se desarrollen de manera normal y armoniosa. Así que todos los que estén en contra de ese desarrollo sano, de la buena gobernanza, los que vayan en contra de su propio pueblo, nos tendrán delante. Pero no vamos en contra, vamos a favor; a favor de un cambio verdadero, de un cambio del propio sistema», sentencia.

Por eso los más veteranos de la escena hip hop coinciden satisfechos en que su música ha sido más incluso que un canal de movilización en las elecciones. Han sido, más bien, un medio de politización. «Hemos ayudado a politizar a las masas», afirma satisfecho Awadi. «Hoy el pueblo está muy politizado, cuando ves el nivel de debate en las redes sociales y las cuestiones que se están poniendo sobre la mesa en esas discusiones como la soberanía, son super interesantes», concluye.

Y Xuman aporta un elemento nuevo. «Si hoy la gente se interesa por la política es porque en gran medida han crecido con el hip hop. El hip hop senegalés tiene 30 años. Eso es suficiente tiempo para formar a la gente. El presidente Macky Sall escuchaba rap. Entre sus consejeros me encuentro muchos que me dicen que escuchaban mis textos cuando eran estudiantes. Y esos, hoy, son directores generales, consejeros de ministros, etc. El hip hop ha dado forma a la conciencia colectiva y ciudadana de mucha gente», asegura el músico.

Nuevas generaciones, nuevos métodos, los mismos valores

Esta larga trayectoria de hip hop comprometido ha sido una línea continua pero que ha experimentado una interesante evolución. Ha habido un cambio generacional. La que consideran la old school dejó paso a una hornada de artistas más jóvenes que propuso cambios en la forma de actuar, aunque no en los valores fundamentales. Es curioso, cómo los veteranos como Xuman o Awadi llaman la atención sobre los raperos que dieron lugar al movimiento Y’en a Marre y les reconocen un avance en la militancia. Y cómo los músicos que están en la vanguardia de esa sociedad civil inconformista como Thiat, una de las mitades del duo Keur Gui, mantienen la admiración por quienes abrieron el camino.

El merito que los pioneros reconocen a los músicos que impulsaron Y’en a Marre ha sido pasar de las palabras a la acción, de la denuncia a las calles. «Cuando tú ves lo que los hermanos pequeños de Y’en a Marre han conseguido saliendo a las calles te dices que ha valido la pena. Y algunos vienen a pedirte consejo y te dicen que están ahí porque tu generación se atrevió a hacer algo. Les acompañamos y se ve que estamos siguiendo una misma línea de conducta», resume Awadi.

«A partir de 2011», recuerda Xuman, «Y’en a Marre ha movilizado a muchisima gente y era la figura de la contestación. Había empezado por los temas de rap y ha ido creciendo hasta que se ha convertido en una auténtica contestación». «La gente que no esperaba que los jóvenes se lanzasen a la calle a contestar, vieron a chavales de su edad tomar las calles, criticar, gritar su rabia… y los vieron como héroes, porque Y’en a Marre no tenía miedo de ser detenido, no tenía miedo de los golpes ni de los gases lacrimógenos», esa es la fórmula que, según Xuman, ha permitido al movimiento liderar las protestas. Para él la evolución es sencilla: «Nosotros empezamos siendo militantes y Y’en a Marre le añadió el activismo. Han pasado de las palabras a la acción».

Uno de sus protagonistas explica de una manera gráfica ese paso tan celebrado por los patriarcas del hip hop. «Hablábamos y hablábamos, pero era necesario salir a la calle y dar ejemplo. Creíamos que nuestra obligación era aportar una vía de solución», explica Thiat. El miembro de Keur Gui y fundador de Y’en a Marre, recuerda que «el cambio no se consigue hablando, se consigue actuando». «Quisimos unir los actos a las palabras», resume el músico y define su posición política: «Y’en a Marre transmite esperanza. Las luchas que han intentado quitar las calles por el poder han fracasado, mira las primaveras árabes, mira Podemos. Eso hace que el movimiento se pierda y se convierta en otra cosa. Cuando eso ocurre hay que atreverse a decir que ya no eres un movimiento ciudadano, sino un partido. Nosotros decidimos continuar siendo sociedad civil, seguir siendo un movimiento social».

Un compromiso a prueba de amenazas

Ese compromiso no les ha salido gratis. El mismo Awadi le quita importancia al impuesto que han tenido que pagar por no embridar sus lenguas y por no dejar de ser molestos e inconvenientes. «Es cierto que hemos podido vivir pequeñas amenazas, pequeñas presiones, consecuencias, sobre todo, económicas, pero en todo caso cuando decides hacer música comprometida sabes en qué te estás metiendo. No estamos aquí para llorar por eso. Al contrario, cada vez que vemos una reacción del gobierno, entendemos que han escuchado lo que les queríamos decir. Así es como hemos aprendido a interpretarlo», advierte el rapero. «Además tengo casi 50 años, es demasiado tarde para cambiar», bromea Awadi respecto a su compromiso.

Es cierto que la experiencia de los miembros de Y’en a Marre ha sido más descarnada en la medida en la que su decisión ha estado estar más en la calle. Sin embargo, Thiat coincide en quitar importancia a esas consecuencias personales. El músico y activista primero dice que ha perdido la cuenta de las veces que ha sido interpelado por la policía, pero acaba demostrando que tiene frescos todos sus pasos por las comisarías. «Durante nuestra carrera hemos sido detenidos siete veces por nuestras canciones y la única vez que hemos estado en prisión ha sido en Kaolak cuando todavía éramos menores, con 16 años. Para nosotros es una etapa de nuestra vida. Cuando un rapero es un rapero comprometido y nunca ha sido denunciado por el poder, quiere decir que no dice cosas que molesten. Un artista comprometido debe estar entre la justicia, la policía y la calle», comenta despreocupado Thiat.

Colocar los debates en la opinión pública

Más allá de la indiscutible capacidad de movilización de estos artistas y de que sus canciones y sus rimas hayan sido los libros de historia y las lecciones de política de varias generaciones, hay ejemplos claros de su impacto en la sociedad. La politización de la que hablaban Awadi, tiene una proyección que apunta Thiat: «En alguna ocasión me ha ocurrido estar paseando por la calle y que alguien que está tomándose un café tire su vaso al suelo delante de mí, que esa persona si gire y diga ‘eh, Y’en a Marre’ al reconocerme y se agache a recoger el vaso. Eso es concreto. Van apareciendo nuevos movimientos, la gente cada vez se organiza mejor…».

Pero, sin duda, hay una cuestión que además del poder de movilizar, demuestra la capacidad de influir de estos actores sociales. «Es muy interesante que la clase política tiene en cuenta los debates que proponemos desde hace años», comenta Awadi. «Partiendo de una canción, algunos temas que se han expuesto en la plaza pública, han acabado generando debate entre los candidatos en las últimas elecciones». El pionero del rap senegalés recuerda que hace una década que hablaban del Franco CFA o que cuestionaban los Acuerdos de Partenariado Económico (APE). «Nosotros no éramos los actores adecuados para algunos debates que son técnicos, pero hemos llamado la atención sobre temas sobre los que es necesario debatir», recuerda.

El fundador de Y’en a Marre y miembro de Keur Gui coincide en la misma lectura. «Nuestro discurso ha sido asumido por algunos políticos en sus propuestas. Incluso, el presidente Macky Sall ha copiado algunos de nuestros conceptos, sobre todo, en materia de civismo», explica Thiat que no se siente utilizado. «Eso es lo que nosotros queremos», afirma, «insuflar una nueva dinámica, una nueva forma de hacer».

La credibilidad que da respetar la palabra

Los raperos han sustituido a los políticos como figuras de prestigio. Thiat lo tiene claro: «En 2011 la urgencia era que el pueblo necesitaba nuevos líderes, En ese momento ya no se identificaba ni con los líderes políticos, ni con los de la sociedad civil clásica. Nosotros también somos miembros de la sociedad civil y nuestra responsabilidad era comprometernos y salir a la calle». Para este rapero de la segunda generación que ya se ha convertido en un referente para los más jóvenes: «El pueblo nos da más credibilidad que a los políticos porque somos constantes en nuestro discurso y en nuestros hechos. La gente se fija y cuando ve que hay coherencia en el discurso y entre el discurso y los hechos, se siente interpelada. Mientras, los políticos no son capaces de mantener sus promesas».

Era reiterada traición a las promesas y la deriva de los discursos parece fundamental porque pone de acuerdo a todos esos raperos comprometidos. Xuman recupera la idea de los políticos en constante campaña, como si siempre estuviesen intentado vender su producto, a cualquier precio. Y hay un reconocimiento de esa nueva forma de respresentatividad a través de la música. «La gente nos reconoce que tomemos la palabra por ellos. Cuando tú te conviertes en la voz de un pueblo, el pueblo te lo devuelve», asegura Awadi, que lleva tres décadas ensayando esta fórmula.

«No todo el mundo puede coger el micro», continua el antiguo miembro de Positive Black Soul, «y no todo el mundo se puede expresar en la plaza pública. Tenemos la libertad de poder hacerlo. Después se trata de elegir qué quieres hacer con la palabra. Te han dado una boca para hablar y debes decidir qué quieres decir». Awadi no intenta colocar a estos raperos que han optado por ser una herramienta de cambio social por encima del bien y del mal: «Nosotros también somos seres humanos y nos gusta la buena vida, pero hemos tomado la decisión de estar del lado de la gente que nos ha escuchado y nos ha dado fuerza. Tenemos menos intereses a defender que los políticos y nuestra voz es más creíble. Si ellos respetasen su palabra, el pueblo les concedería su confianza, pero hay una ruptura del contrato de confianza cuando dices algo en la plaza pública y haces lo contrario».

Desde el pasado, proyectado al futuro

Después de casi treinta años de hip hop comprometido, de dos décadas demostrando que las rimas tienen un sitio privilegiado en la sociedad civil y en una forma renovadora de entender la política, estos músicos ni se han cansado, ni mucho menos han tirado la toalla. Siguen mirando al futuro. «Los jóvenes que crecen con esta dinámica de participación social y política son los jóvenes que acabarán siendo el Nuevo Tipo de Senegalés (NTS), los que llevarán adelante nuestro proyecto y que lo convertirán, incluso, en un sistema», revela Thiat en una visión muy propia de los revolucionarios de largo recorrido, los que se preocupan de plantar la semilla del cambio.

Xuman, que en los últimos tiempos ha sido crítico, mantiene esa misma confianza. El artista ha alertado de que algunos raperos han tomado posición a favor de un partido y eso es peligroso para «mantenerse como guardianes de los valores» y de que otros hacen el mismo análisis y usan el mismo lenguaje que cuando empezó el movimiento. Él ha apostado siempre por la experimentación constante y por explorar nuevos formatos. Ha continuado utilizando el rap para seguir sensibilizando, politizando y movilizando desde otros puntos de vista y advierte que seguirá haciéndolo.

«Hay una nueva generación que escucha rap para divertirse. No les interesa el mensaje político. La forma les interesa más que el fondo. Les interesa que las canciones sean divertidas y bailables, pero no el mensaje. Así que tenemos que jugar a su juego. Hacer temas que se parezcan a esos temas de entretenimiento, con esa forma atractiva y divertida, pero meterles mensajes dentro», explica Xuman. El músico habla desde la experiencia exitosa de su Journal Rappé, un formato que ha acercado a los más jóvenes a la actualidad rapeando unas noticias llenas de ironía y de crítica. «Lo interesante es que no hemos creado una nueva forma de expresarse, sino que hemos modificado una manera de expresión que ya existía y la hemos adaptado a lo que necesitábamos».

Para Xuman, el futuro de este hip hop transformador viene por esta vía de la innovación y la adaptación. «Siempre recomiendo a los jóvenes artistas que no se queden estancados en lo que hacen, que no piensen que el rap es solo ensalzar el ego. La vida no se para diciendo que eres el mejor. Hay que hacer algo que toque directamente a la gente. Cuando lo haces y la gente se identifica con lo que estás haciendo, se queda impresionada y se siente implicada. Eso es lo que nosotros hemos intentado hacer, pero además hemos intentado abrir una vía para que otras personas puedan hacer lo que les parezca y lo hagan mejor que nosotros», concluye.


Imagen de cabecera, CC Tyler