Si quieres, puedes escuchar este editorial leído por Pere Ortín, en los dos audios insertados en el artículo. 


Cuando hace ya casi siete años y, junto a nuestro editor Pep Bernadas y a Mario Trigo, empecé a pensar la ruta del viaje que nos llevaría a refundar la histórica cabecera de la antigua revista Altaïr con esta Altaïr Magazine, poco pude haber imaginado que hoy, a finales de este nefasto año en el que se juntaron dos veintes, estaría escribiendo este editorial en medio de una pandemia global y con la crisis humana más grave de los últimos decenios.

¿Cómo escribir sobre cultura y crónica viajera en estos tiempos sin viajes? ¿Cómo hacernos conscientes de la importancia de los viajes en estos momentos de grandes restricciones a la movilidad? ¿Cómo afrontar la relevancia del contacto con lo lejano, con lo diferente, en medio de tantas dificultades y prohibiciones que, además de regular nuestros abrazos y besos, nos atan a nuestros territorios más cercanos?

¿Cómo afrontar la relevancia del contacto con lo lejano, con lo diferente, en medio de tantas dificultades y prohibiciones?

Sin tener claro si habremos encontrado o no respuestas a esas y otras muchas preguntas que nos hemos hecho en estos tiempos, os hemos preparado un monográfico especial en el que salimos de viaje para narrar la tierra más cercana, que es, en nuestro caso, la península ibérica.

No se trata, de ninguna manera, de una apelación a la nostalgia de lo cercano como lugar cálido, confortable, ese espacio seguro que nos vuelve conservadores y nos hace turistas exóticos de nosotros mismos y en el que tienen cabida todos los posibles.

Tampoco se trata de estigmatizar el futuro que volverá a tener tanto atractivo y luz, seguro, y en el que, seguro, podremos volver a conectarnos con otros seres humanos de distintos lugares para hacernos las mismas preguntas, las preguntas importantes, las preguntas comunes.

Volvemos a narrar la tierra cercana por obligación forzada y también por decisión voluntaria. Volvemos, sobre todo, para aprovechar este tiempo de confinamiento para explorarla de otras formas, con las ideas y los pensamientos de un grupo de contadores de historias que en sus prácticas, trabajos y narraciones siempre nos han resultado muy cercanos a las ideas del proyecto de cultura viajera que ha definido Altaïr Magazine en estos últimos años.

Volvemos a narrar la tierra cercana por obligación forzada y también por decisión voluntaria. Volvemos, sobre todo, para aprovechar este tiempo de confinamiento para explorarla de otras formas


June Fernández nos pasea entre caseríos y pottokas (ponis vascos), nos lee libros de mujeres rurales y nos cuenta de confinamientos mentales que construyen «mentalidades pavimentadas ». Como siempre, June se hace y nos hace preguntas que nos dejan pensando, por relevantes e iluminadoras: «¿Será posible deconstruir mi urbanitismo?»

Cristian Segura construye un viaje por estratos y marcas de la tierra aragonesa y nos explica cómo viajar con geólogos es diferente y nos ayuda abandonar nuestro ego, ya que «su campo de acción va más allá de los 200 000 años que tenemos los homo sapiens, del ensimismamiento de las naciones y de sus tribus, o del último acontecimiento histórico que se produce en Twitter».

Marina Hernández nos lleva a Babia, ese lugar de León que, además de ser paisaje, es un estado mental: estar en Babia designa también el acto de ensimismarse con los propios pensamientos, tal y como se embobaban los pastores que salían a trashumar dejando atrás su tierra y pensándola a orillas de un fuego como se piensa en un amor lejano.

Gabi Martínez, por su parte, nos presenta a la cigüeña solitaria, esquiva y devota de ríos y embalses, la negra, esa que es menos conocida y que tiene poco que ver con la sociabilidad de sus colegas blancas, tan urbanas y humanizadas que son capaces de vivir en un campanario o en un palo telefónico.

Con su evocadora prosa, Elvira Valgañón nos pasea por una Rioja en la que el paisaje «es un tapiz ondulante y sosegado que va cambiando de color con las estaciones»  con «esa urdimbre de voces y de gentes, de lugares y de afectos, que nos explica y nos define».

Virginia Mendoza nos adentra en Mequinenza, ese universo sumergido y perdido del escritor Jesús Moncada, para demostrarnos cómo el paisaje también sufre y cómo «algunos versos nunca cicatrizan». Santiago Lorenzo, en su historia, se vuelve hacia el universo rural para quedarse en la «aldea», una curiosa microsociedad con un grupo humano en el que «nadie grita, nadie sonríe gratis, todo el mundo muestra una discreción que a veces se llega a confundir, erróneamente, con antipatía».

Albert Alexandre nos aleja de cualquier tópico bucólico sobre el «campo» y, utilizando el día a día de los recolectores de espárragos, sentencia: «El campo puede ser monótono», tan monótono como recoger 40 toneladas de espárragos en 3 meses, en jornadas de 12 horas, desde la tarde a la noche, sin apenas descansar.

María Sánchez, veterinaria y poeta, nos lleva de viaje por la palabras del mundo rural. Ella no recuerda la primera vez que sintió la necesidad de recoger esas expresiones, de llevarlas más allá de la propia memoria, como «destellos que siguen brillando y latiendo con fuerza más aún en este confinamiento».

Con Diego Cobo viajamos al páramo de La Lora, en el que fue el único campo petrolífero de España. Allí conocemos la vida de algunos de los últimos resistentes de un paisaje en el que, a pesar de la soledad y la crudeza del clima, se siguen escuchando sonidos que traen memorias del pasado. 

Manuel Madrid escribe sobre el Mar Menor, esa «primera charca» de tantas infancias en Murcia, hoy un espacio en declive por su degradación ecológica, un espacio natural que «nos contempla avergonzado y que vive una preocupante agonía ambiental».

Con la historia de Maria José Carmona descubrimos la fascinante vida de Cuevas del Becerro, en Málaga, un pequeño pueblo agrícola de 1 600 habitantes al que, nadie sabe por qué, le crecen los poetas. Pedro Montesinos, por su parte, visita la isla de El Hierro grabadora en mano buscando ese lugar mágico donde se encuentran el tiempo geológico y el tiempo humano: el bufadero del Charco Manso, en el que escucha cómo respira la tierra.

La profesora María Angulo nos habla de cómo se viaja para descubrir el placer de ver cosas nuevas, de experimentar, pero sobre todo para narrar, en su historia sobre viajar para contarlo y contarnos; como hace Iago Piñeiro en su trabajo, con el que nos acercamos a la isla de Ons, en Galicia, para captar, en pocas líneas, algo de la esencia de un espacio único. Algo parecido a lo que trata de transmitirnos Berta Jiménez Luesma en su crónica sobre la sierra de Albacete, una experiencia «con los cinco sentidos sobre-estimulados».

Y ahí en Albacete, en Burgos, Menorca, Ons, Aragón, León, Badajoz, Murcia o Euskadi, este monográfico es una sucesión de historias diversas que no van de un punto A a un punto B, sino que se mueven entre dudas, con la idea de encontrar otros interrogantes novedosos desde dentro de esos espacios e historias que nos resultan más cercanos.

Un monográfico especial en el que intentamos aprovechar estos malos tiempos sin viajes para reencontrarse y reencontrarnos, un poquito y de forma diferente, con ese lugar próximo que pisamos cuando caminamos en corto; ese gran descubrimiento que hacemos de todo eso que casi nunca veíamos porque lo teníamos frente a la nariz.

«Sé que no son tiempos buenos para (casi) nadie.

Sé, también, que no tengo ni la potestad ni el derecho de pedir nada (a nadie) y entiendo perfectamente que para la gran mayoría de vosotros hay muchas otras prioridades más urgentes antes que el periodismo, los viajes y sus crónicas. No tengo tampoco ninguna intención de promocionar nada con eslóganes de Twitter o frases de marketing viral de vendedores de aire frito, para convenceros de cuán importante es el periodismo que hacemos y bla, bla, bla…

Sólo sé, y eso sí os lo puedo decir, que la cultura, aunque no nos salva de esto que nos sucede, sí que puede aliviarnos un poco de tantos malos ratos, de dificultades, ansiedades, incertidumbres y dudas en este tiempo pandémico.

 

Es mi principal motivación para, primero, invitaros a disfrutar de este nuevo monográfico que con gran esfuerzo hemos sacado adelante al final de un año nefasto y gracias a la ayuda de unos colaboradores que no nos merecemos. Y, segundo, para sugerir a aquellos que podáis que, si os gusta la música que suena por aquí, colaboréis con nuestro trabajo con una subscripción digital o con la compra de un ejemplar en formato digital. Lo necesitamos porque estamos pasando por dificultades y, aunque una pequeña ayuda no cure los problemas económicos que padecemos, sí que nos aliviará de algunos de los males que nos afectan, como a casi todos los proyectos culturales independientes que conozco.

Si tenéis la capacidad y consideráis que valdría la pena, estaremos más que agradecidos por vuestro apoyo para seguir adelante en medio de este tsunami que nos arrastra a quién sabe dónde. Eso sí, si consideráis que no somos los candidatos adecuados para apoyar, os invito, por favor, a pensar en esas otras muchas publicaciones pequeñas, de periodismo cultural independiente de gran calidad y hechas con mucho rigor, trabajo y esfuerzo y que hoy, más que nunca y como nosotros, necesitan vuestro apoyo».

Gracias.

Pere Ortín Andrés