Es la Celtiberia uno de los territorios más ricos en patrimonio ecocultural a la vez que desconocidos de Europa. Sus límites abarcan lo que fue la Celtiberia prerromana y cabalgan mayoritariamente sobre la parte septentrional y central de la cordillera Ibérica, por la provincia de Soria, las sierras riojanas, conquenses y de Guadalajara, el occidente de Zaragoza y Teruel, el sureste de Burgos y el noreste de Segovia. Es el espacio mítico que atraerá a cualquier viajero con deseos de aventura, de descubrir con una mirada sensible e informada, un viajero cualificado del siglo XXI. Es Celtiberia una gran desconocida y actualmente se relaciona con la España más vaciada, pero hasta el siglo XIX fue un territorio con cierto esplendor y ahí están sus improntas que vamos a relatar seguidamente.

¿Sabías que nuestro actual calendario tiene su origen en las guerras celtibéricas? Roma, en plena expansión por Hispania, decidió cambiar el inicio del año de los idus de marzo al primero de enero para que los cónsules fueran elegidos dos meses antes y las legiones llegaran a Celtiberia en verano y no en los fríos otoñales. Por eso existe en nuestro calendario actual ese desajuste entre el ordinal de los meses (october, antes octavo, es ahora el mes décimo, november el undécimo…). A esas alturas (153 a.C.) Celtiberia se había convertido en un Vietnam para una Roma expansiva que estaba dispuesta incluso a cambiar su tiempo oficial para doblegar a estos díscolos hispanoceltas.

¿Sabías que el legado escrito más importante del mundo en lengua céltica de la Antigüedad es el que conforman los textos celtibéricos? Un corpus excepcional, en alfabeto ibérico o latino, que se encuentra en los bronces de Botorrita (la antigua Contrebia Belaisca), Luzaga y otros, así como en inscripciones pétreas como las de Peñalba de Villastar (la única conservada donde se advoca a Lug, patriarca de los dioses celtas) u otras incisas en téseras de hospitalidad, monedas, etc. Uno de los primeros testimonios de antropónimos vascos que se han encontrado inscritos en las estelas de las Tierras Altas de Soria y del Alto Cidacos, en la Celtiberia riojana. Se han datado en el siglo I y son una prueba de la interacción de culturas en estas tierras fronterizas, pues estos colonos euskaldunes probablemente estaban celtiberizados ya bajo dominio romano.

No sé si conocías que en la época visigoda hubo una provincia llamada Celtiberia y que su capital, Recópolis, era la ciudad palatina más importante de su época en Europa. Algunos de los más destacados scriptoria donde se iluminaban los códices de la Alta Edad Media (celebrados «Beatos», entre otros) estaban en monasterios de la Celtiberia septentrional: San Millán de la Cogolla, Albelda o Silos, que tiene el mejor claustro románico del mundo junto al gascón de Moissac. También en la Celtiberia castellana y riojana se encuentra el 90 % del románico porticado conservado, estilo que nació en San Esteban de Gormaz (Soria) hacia 1070. Este arte va unido a un impulso democratizador que nació en estas extremaduras (territorios cristianos de frontera) con los primeros fueros (Sepúlveda, Calatayud, Soria…), las milicias concejiles o las comunidades de villa y tierra o de aldeas… También florecieron por aquí algunas de las catedrales más singulares de España, indicio del impulso de sus ciudades medievales: la singular arquitectura románico-gótica de Sigüenza, las influencias normandas de la de Cuenca, la catedral de El Burgo de Osma (que formaba parte del plan de catedrales góticas de Castilla promovido por Fernando III el Santo junto a las tres grandes de León, Burgos y Toledo), o las mudéjares de Tarazona o Teruel, con un claustro y artesonado incomparables respectivamente.

Los musulmanes también conservaron el nombre arabizado para denominar a parte de la cordillera Ibérica: Santabariya. Te sorprenderá que los restos mejor conservados de arquitectura militar del califato cordobés estén en tierras de Soria y Guadalajara («ruta de las atalayas») y que la fortaleza más grande de Europa en esta época se localice en Gormaz, custodiando la frontera duriense soriana. El legado islámico perduró tras la ocupación cristiana en estas tierras mestizas. En Tórtoles (comarca de Tarazona), una de las pocas mezquitas rurales conservadas en España, luce la escritura decorativa en más de setenta tabicas de la techumbre de tradición mudéjar con suras del Corán y hasta un poema que resume toda nostalgia de estos hombres libres expulsados en 1610 por orden del Rey Felipe III: «¡Qué buena una época que pasó! Cuando la noche era serena, el amor puro para mí y el corazón feliz…». ¿Sabías que en la Celtiberia aragonesa se encontró el 90 % de la literatura aljamiada conservada? El más antiguo de estos textos en romance con escritura arábiga se halló en una cueva de Morés, en el valle medio del Jalón poblado por mudéjares; en este Poema de Yuçuf se narra en aragonés del siglo XIII la historia del hijo de Jacob según la tradición islámica. En 1884, en una casa de Almonacid de la Sierra, pueblo zaragozano de gran tradición morisca, se descubrieron en 1884 el mayor legado conocido de manuscritos aljamiados que procedían de otros lugares de Celtiberia como Alfamen, Calatorao, Cosuenda, Medinaceli y Tarazona. Una de las primeras inscripciones en lengua hebrea en Sefarad se encontró en el cementerio judío de Calatayud y se dató en el siglo XI.

Apenas se ha difundido la importancia de la labor de traducción (del árabe al latín) que desarrolló en la Tarazona recién reconquistada Hugo de Santalla de 1119 a 1151, auspiciado por el obispo Miguel de Toulouse. Aunque no se pudiese hablar propiamente de una escuela de traductores, como la que se desarrolló un siglo después en Toledo, es un hito en esta temprana irrupción del humanismo europeo. Quizá fuera la más destacada, tras la toledana, la Escuela de iluminadores de la aljama de Soria, activa a fines del XIII y comienzos del XIV. En esa judería, procedente de Daroca, recalaría en 1415 Josef Albo, uno de los pensadores más destacados del judaísmo. En esa lógica mestiza dominante no es difícil encontrar el mudéjar más importante del mundo en la Celtiberia aragonesa, en las comarcas de Calatayud, Borja, Tarazona, Cariñena, Daroca, Aranda, Valdejalón o Teruel. Incluso el obispo que llevó el mudéjar a América (artesonado de la catedral de Txalcala en la Nueva España) era el dominico Julián Garcés (Munébrega o Borja, 1452-Tlaxcala, 1547). También pertenecía a la ordo predicatoris Fray Tomás de Berlanga, nacido en 1487 en la villa soriana que lleva su apellido, quien fue el descubridor de las islas Galápagos, presagió el canal de Panamá y fue un pionero en la defensa de los indígenas.

El olvido y la despoblación han deparado muchos conjuntos urbanos que parecen anclados en el medievo: Molina de Aragón, Sigüenza, Atienza, Brihuega, Cifuentes, Pastrana, Cuenca, Huete, Cañete, Priego, Alarcón, Teruel, Tarazona, Borja, Albarracín, Daroca, Soria, Almazán, Berlanga de Duero, El Burgo de Osma, Calatañazor, Medinaceli, Sepúlveda, Ayllón, Covarrubias, Santo Domingo de la Calzada, Nájera, etc. En estas comarcas, también diseminado por aldeas, se conserva uno de los conjuntos más ricos y singulares de la arquitectura popular de Europa, por no hablar de la riqueza etnográfica presente en ritos, leyendas y fiestas que se remontan a la época prerromana y fueron sobreescribiéndose posteriormente: paso del fuego de San Pedro Manrique, danzantes de Anguiano, Cipotegato de Tarazona, Máscara de Ateca, Contradanza de Cetina, las fiestas de San Juan en Soria en torno al toro y al solsticio o los incomparables carnavales de Luzón, Almiruete, Villares de Jadraque, Luco de Jiloca o Borobia. De las Tierras Altas sorianas y de Cameros partían las principales cañadas reales hacia el sur, y en estos pastos altos se acumulaba la mayor densidad de cabezas ovinas de Europa en tiempos de una Mesta todopoderosa que fue creada por Alfonso X en 1273 en Cifuentes y se reunía frecuentemente en Ayllón.

De la Celtiberia riojana, donde encontramos una de las primeras manifestaciones del romance y de la lengua vasca (glosas emilianenses de San Millán de la Cogolla), procedía el primer poeta de la lengua castellana, Gonzalo de Berceo (c. 1198-1264). De tierras celtibéricas (probablemente de San Esteban de Gormaz o Molina de Aragón) también era el juglar que recopiló el Poema del Mío Cid, así como el precursor de los autos sacramentales, Hernán López de Yanguas, nacido en esa villa soriana en 1487. Probablemente sepas que los escritores latinos Marcial y Quintiliano, Alfonso VIII, El papa Luna, el comunero Juan Bravo, la princesa de Éboli, el cronista Francisco López de Gómara, el teólogo Diego Laínez, Baltasar Gracián, Goya, Sagasta, Ezequiel Solana, María Moliner, Gaya Nuño, Dionisio Ridruejo, el filósofo Gustavo Bueno, el sindicalista Marcelino Camacho, Avelino Hernández, la cineasta Mercedes Álvarez nacieron en Celtiberia. Esta tierra mítica también sirvió de inspiración a escritores no autóctonos tan destacados como Don Juan Manuel, el arcipreste de Hita, el marqués de Santillana, Bécquer, Richard Ford, Galdós, Machado, Gerardo Diego, José Luis Sampedro, Peter Handke, etc.

Por no hablar de las singularidades naturales, que no sé hasta qué punto conoces. Las torcas en la serranía de Cuenca, los tremedales (ríos de piedras) de los montes Universales, la mayor reserva de agua subterránea de la península, algunas de las zonas forestales más importantes, como los hayedos de Celtiberia norte, la silvicultura del pino rojo entre Urbión y la Demanda o en los montes Universales, los mejores sabinares del mundo, el más extenso acebal (Garagüeta), el rodeno más extendido, la sorprendente sucesión de bosques del Moncayo, la mayor densidad de gargantas calizas, los espacios despoblados más vastos de Europa, etc. Y el parque jurásico de Celtiberia que alberga uno de los conjuntos de icnitas (huellas de dinosaurio) más importantes y mejor conservados del mundo: valles riojanos de Leza-Jubera, Cidacos y Alhama-Linares (penetrando ya en Soria), las tierras de Lara y Pinares en Burgos, la serranía de Cuenca y en la Celtiberia aragonesa Ricla, Villanueva de Huerva o el área de Teruel y Albarracín.

¿Por qué tanta riqueza, tanto legado, tanta innovación en estas tierras olvidadas? La respuesta puede ser que la frontera siempre es creativa y Celtiberia siempre ha sido frontera: entre indoeuropeos e iberos, entre la Hispania Citerior y Ulterior, entre el Islam y la Cristiandad, luego entre los tres reinos cristianos, ahora entre los principales urbes y el Gran Despoblado ibérico. La Celtiberia es una caja de sorpresas dispuestas para ser descubiertas por el viajero curioso y aventurero.

 


 

Toda la información sobre la Celtiberia la encontrarás en La Guía de la Celtiberia. Un país imaginado (Ed. PRAMES, 2022)