Los indígenas han hecho un esfuerzo muy grande por tener una voz, y los no-indígenas hemos hecho muy poco esfuerzo por realmente comprender.  Omar Rincón entrevistó a Bárbara Santos, artista visual que lleva más de 14 años trabajando con sabedores (intelectuales ancestrales) en distintos lugares de la Amazonía. Su proyecto de Laboratorios de arte, ciencia y tecnología desde el saber ancestral busca el encuentro de dos mundos (el occidental y el indígena) para compartir saberes. Aquí los indígenas presentan una alternativa real y probada históricamente de cuidado de la Amazonía: lo regenerativo frente a lo extractivista.


 

Todo nace de las conversaciones con sabedores, ellos van señalando el camino a seguir y realizando algunas preguntas que tienen sobre las distintas amenazas que afrontan sus territorios en la Amazonía.  Internamente ellos no tienen necesidades ni preguntas, es decir si no existiera esta interlocución en gran medida nefasta con lo no-indígena (nosotros), su saber seguiría allí, intacto, pero frente a las amenazas a su forma tradicional de conocimiento actúan. 

El actuar nuestro debe ser paciente y requiere que hablemos lenguas indígenas para llegar al reconocimiento sobre aquello que hemos perdido al nacer entre cuatro paredes, boyantes de lujos y comodidad donde hemos anulado el cuerpo y nuestra comprensión de lo vivo; debemos escuchar profundamente lo que están diciendo, debemos encontrar espacios de interrelación pero, sobre todo, debemos entender lo que están diciendo en ese sentido, el investigador emérito en antropología social de la Universidad de Cambridge, Stephen Hugh-Jones, dice que «deberíamos aprender lengua para poder mínimo iniciar un diálogo transparente», por ahora ellos han hecho el ejercicio de aprender nuestra lengua y nosotros estamos en deuda, no hemos aprendido su lengua. Por ejemplo, la Asociación de Capitanes y Autoridades Tradicionales Indígenas de Río Pirá Paraná (ACAIPI) son seis etnias distintas que hablan makunabarasana, eduria y tatuyo, e intentar traducir qué es lo que ellos son y dicen es muy complejo; ellos aprendieron español a la fuerza desde hace más de 50 años y los últimos 20 años, por decisión propia, y siguen haciendo un gran esfuerzo por traducir una ciencia de vida (la de ellos) a la nuestra y nos han venido aconsejando sobre cómo debemos transformar nuestras formas de actuar para no destruir más sino regenerar, pero no los estamos comprendiendo. Los indígenas han hecho desde hace muchos años un ejercicio muy grande para tener una voz propia en medio de gobiernos, constituciones y límites geopolíticos, y nosotros (los no indígenas) hemos hecho muy poco esfuerzo por realmente comprender cuál es ese legado que ellos tienen para proteger la Amazonía. El problema de traducción se da porque cuando intentamos acercarnos a un conocimiento ancestral indígena, el primer obstáculo es el lenguaje.

Los indígenas saben que ante la deforestación no hay paso atrás y se debe parar ya. Por eso comparten ahora más que antes, pues requieren que «occidente» entienda que ellos tienen una ciencia de vida por medio de la cual manejan autónomamente y de manera equilibrada su relación con la selva. Y que, ellos han hecho esto desde hace mucho tiempo y que deberíamos dejarles a ellos el cuidado y administración del bioma amazónico. Por la amenaza ambiental, la deforestación y la minería, ellos no pueden ejercer su trabajo ni su conocimiento porque la selva se está extinguiendo. 

Ante el ingreso de tecnologías occidentales, los indígenas nos piden comprender sus tecnologías como dispositivos regenerativos frente al extractivismo de nuestra modernidad. Y ahí aparece el kumu quien resguarda un conocimiento que se llamaba Hee Yai Keti Oka, un saber reconocido ante la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación y la Humanidad. El kumu, es un sabedor, una palabra que no se puede traducir. No es un chamán, no es taita, no es un paye, no es un médico tradicional. Los kumua lo que hacen es perpetuar la palabra de origen, para mantener vivo ese saber milenario. Y ese saber milenario lo van manifestando con su propia vida, entonces, eso tiene que ver con dietas estrictas, con un linaje, un conocimiento patrilineal que se va heredando generación tras generación en un territorio específico. El kumu va recibiendo distintos conocimientos a lo largo de su vida y con ese saber puede ser un médico tradicional, puede proteger su territorio, puede guiar a la comunidad y curar al planeta. Pero esto no lo logramos entender en profundidad, pues nuestra mayor diferencia es que para nosotros pensamiento y acciones están sujetas a la razón humana y para ellos no, el pensamiento es pre-humano nace desde el origen mismo de todo lo que existe. 

Y es que el conocimiento y el territorio son uno solo y están conectados por un mismo origen. El conocimiento está ligado al territorio al que perteneces. El mayor resquebrajamiento que les ha tocado vivir a centenares de pueblos indígenas ha sido el desplazamiento forzado, es decir viven el resto de sus vidas exiliados del territorio donde está guardado su conocimiento. Lo importante es entender y respetar que hay distintas formas de comprender el mundo y que frente a la crisis climática y la desconexión entre entornos urbanos, rurales y selváticos nos toca, simplemente, reaprender todo lo que hemos pasado por alto en esta relación y debemos comprender que hay una interdependencia entre nuestros actos y lo que le sucede hoy al planeta, entre ellos la omisión de escuchar y entender en sus propias lenguas a los pueblos indígenas de la Amazonía colombiana.

Y ante la impotencia que estamos viviendo, estamos volviendo la mirada al mundo de los indígenas como diciendo que nos enseñen.Ojalá todo el mundo lo dijera, pues si los escucharan los gobiernos y la ciudadanía estarían tomando decisiones distintas; pero, acá estamos entendiendo que hay un sistema de saberes en la selva y que deberíamos, por lo menos, replantear nuestra forma de mirar hacia la Amazonía, y permitirnos no perder esta oportunidad única de aprender de ella y ante todo permitir que sean los indígenas, que han vivido milenariamente en estos territorios, quienes se hagan cargo o guíen sobre su cuidado. 

Debemos permitimos que se encuentren distintas ciencias de vida para que desde su diversidad permitan y se interrelacionen tecnologías ancestrales y occidentales, para conmover nuestra experiencia sensible y cognitiva frente al planeta, advirtiendo las amenazas y presión que vivimos actualmente frente al desarrollo de la inteligencia artificial, la desaparición de recursos vitales como el agua, pero ante todo la desaparición de cientos de culturas y lenguas milenarias en la Amazonía. 

La idea es encontrarnos y abrazar nuestra ignorancia que como mestizos hemos puesto en evidencia al replicar sistemas de invisibilización de lo ancestral y la implementación de patrones estandarizados maquínicos. Debemos entrar en este vacío para poder ahondar sobre esas faltas de comprensión que uno tiene sobre el conocimiento ancestral. Tener conciencia que el saber ancestral indígena es frágil ante la presión de los intereses económicos del «mundo de afuera»; lo que nos mueve es la incertidumbre del encuentro y la urgencia de la acción ante el exterminio de la Amazonía.

 


Imagen de cabecera, cc Dan