Contar(nos) el mundo…
en voz alta, con colores o con blancos, negros y grises; en prosa o verso; desde (casi) el infierno y con idea de acercarnos así al (casi) paraíso.
Contar(nos) el mundo…
para desafiar las estructuras convencionales de este trabajo, para no hacer eso (llamado) «periodismo de viajes»; para encontrar otras formas de crear periodismo «desde los viajes».
Contar(nos) el mundo…
a partir de retazos, momentos, recuerdos construidos justo en ese momento en que el sentido de la vista se transforma en mirada que remira el mundo para verlo con otra intención.
Contar(nos) el mundo…
para moverse contra el tiempo; para saludar a la vida, para escupir a la muerte…
Contar(nos) el mundo…
con notas, fotos, itinerarios, experiencias, encuentros y desencuentros; detalles, hechos, nombres, impresiones, colores y descripciones (no demasiadas) y ficciones (alguna), que narran la vida, la mejor vacuna contra la arbitrariedad.
Contar(nos) el mundo…
para asumir otra de sus paradojas: hoy, cuando más se viaja, las literaturas periodísticas del desplazamiento languidecen aplastadas por el poder omnímodo de una industria global del turismo con sus catálogos prácticos de placeres posibles llenos de tópicos y clichés.
Contar(nos) el mundo…
desde el rigor, la honestidad, y con respeto por la inteligencia de usted, ‘lecto-espectador’.
Contar(nos) el mundo…
para conocer a esas gentes que son como (nos)otros, pero viven en otros lugares.
Contar(nos) el mundo…
con una idea difusa del «viaje» concebido como artefacto cultural que crea historias que se expanden por la geografía de los géneros narrativos, desde la crónica, al ensayo poético, al collage, a la poesía, a la opinión…
Contar(nos) el mundo…
para ejercitarse en el prodigioso arte de perderse y, quizá, encontrarse (o no)…
Contar(nos) el mundo…
a partir de memorias y recuerdos, que se perderán para siempre opacados en la sombra de una palabra llamada «futuro».
Contar(nos) el mundo…
para convertirnos en ciudadanos limítrofes que asumen que el P.V.P. de la libertad es no pertenecer a nada, a nadie.
Contar(nos) el mundo…
desde Camboya e Irán; en Creta y Senegal; en Alaska y Seúl… en Afganistán o México, entre libros o en la luna con Tintín, un viaje entre signos de interrogación.
Contar(nos) el mundo…
para mirarnos en todos sus espejos y ver una imagen menos distorsionada, menos deformada, de nosotros mismos.
Contar(nos) el mundo…
como una experiencia ética, vital, estética, intelectual.
Contar(nos) el mundo…
para entender lo que nos sucede cuando no viajamos, lo que le sucede a todos aquellos que nunca viajan.
Contar(nos) el mundo…
desde diferentes perspectivas y sin limitaciones autoimpuestas dentro de prisiones construidas a partir de consensos fosilizados; cárceles que no tienen barrotes en celdas de las que no se puede escapar.
Contar(nos) el mundo…
para disfrutar de las muchas grietas de inconsistencia que se esconden en los pliegues de nuestro cerebro.
Contar(nos) el mundo…
desde una residencia sin centro; desde ese territorio nómada en el que se vive para disfrutar de esa búsqueda imaginaria: el arraigo en la ausencia de lugar.
Contar(nos) el mundo…
para recordar el gran valor de las historias ante la Historia.
Contar(nos) el mundo…
desde ese efecto liberador que nos protege frente a esas identidades restrictivas que siguen —hoy como ayer— armadas con himnos, banderas y escondidas entre multitudes.
Contar(nos) el mundo…
para entender a todos aquellos millones de seres humanos que lo recorren por obligación en el viaje definitivo, el más importante de todos los viajes, el de la migración forzada.
Contar(nos) el mundo…
asumiendo que al viajar apenas arañamos algo de la superficie de eso que llamamos «realidad» y que ésta es múltiple, diversa, multidimensional.
Contar(nos) el mundo…
para sorprendernos con su atractiva complejidad de ideas, pensamientos, economías, desigualdades, racismos, bellezas, dolores y dichas… no solo de lugares concebidos, vendidos, traficados como «destinos» (sic) para un viaje.
Contar(nos) el mundo…
Entendiendo que no se puede explorar solo para procurarse experiencias positivas, agradables, por muy intelectuales o culturales que sean.
Contar(nos) el mundo…
para ir más allá de esa torpe idea funcional de eso llamado «viaje» y que no es nada más que eso que nos permite practicar ese deporte intelectual que nos hace humanos: hacernos preguntas.
Contar(nos) el mundo…
siempre entre interrogantes y asumiendo (¿sin dudar?) estas 32 historias que siguen a continuación, llenas de letras e imágenes, y que van mucho más allá de nosotros, nos hablan de la vida: apasionante, monstruosa, infinita, un lujo humano necesario que precede a la muerte.
Pere Ortín Andrés
Director