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Era mi novio y no me creía. Cuando se iba a trabajar, yo caminaba desde su casa hasta el café Hafa para corregir mi ensayo El sentido del viaje mientras contemplaba las dos orillas con un té y unos cacahuetes. Tardaba casi una hora. Solía ocurrir al llegar a la plaza Kuwait y virar hacia el Noroeste. Me parecía distinguir una figura esbelta y oscura por el rabillo del ojo. Durante los quince últimos minutos, Tánger cambiaba. Las casas se afrancesaban y se convertían en villas palacio. Se sucedían las zonas verdes y los descampados. Caminaba sola por las cuestas antes de descender hacia el Atlántico. Giraba la cabeza de vez en cuando. La figura esbelta ya tenía forma, llevaba una camisa blanca de manga larga y un pantalón gris. Pensaba, deseaba, que cuando llegase a la callejuela que llevaba al Hafa, donde se apostaba el hombre en silla de ruedas que vendía hachís, él hubiera desaparecido. Descendía rápido, sin girar la cabeza, casi tropezándome ha...


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