Juan Villoro toma diferentes aspectos de la personalidad de Roberto Bolaño —como ser reversible, llevar la contraria, exaltar los detalles— y teje un perfil de este detective salvaje que a lo largo de su vida dejó grandes reflexiones, tanto en sus obras como en las entrevistas que ofrecía.

Una noche de 1998 sonó el teléfono y oí una voz que atravesaba el tiempo: «Habla Roberto, Roberto Bolaño». Nos habíamos conocido casi veinte años antes. La comunicación no era muy buena; las palabras parecían venir de un submarino. «Aquí hace mucho viento», explicó Roberto. Estaba en Blanes, una pequeña ciudad en la costa del Mediterráneo. «Donde se alza la primera roca de la Costa Brava», precisó. Esa roca podía ser la última viniendo desde Francia, pero él prefería que fuera la inicial. En conversaciones posteriores, cuando lo visité en su casa, y a partir de 2001, cuando me instalé en Barcelona, lo escuché singularizar las cosas con gusto por los extremos. Alguien era «único», otro era «borderlin...


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