La Condesa tiene la piel bonita. Es cuarenta años mayor que yo, y mucho mejor nadadora. Sus brazos son más fuertes que los míos y sus ojos azules son claros y penetrantes. Son los ojos de una Condesa que nada cada mañana y hace traer el desayuno a la tumbona. Estamos sentadas en el colorido salón de arte de una baronesa de la Toscana, esperando a que una criada de Sri Lanka sirva la cena. Estamos rodeadas de obras de arte increíblemente caras y me da miedo moverme. Las noticias se anuncian en inglés, las citas, en francés, pero la mayoría del tiempo hablamos italiano.

Llevo un vestido florido de segunda mano que compré en Belgrado. Yo misma me corto el pelo. No recuerdo la última vez que usé crema de manos y me avergüenzo del estado de mi piel. Me encuentro aquí en calidad de escritora residente durante un mes. Por lo tanto, por supuesto, la Condesa es superior a mí. Incluso lee más que yo. Cita en perfecto francés y yo finjo que la entiendo. Por un momento no consigo recordar qué d...


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