Segunda parte del artículo. Puedes leer la primera aquí.

Hace más de tres años de aquel día en que los manjares y las piedras convencían a los incrédulos. Marco es joven aún  y tan inmensamente rico que no necesita ocuparse de otra cosa que no sea repetir hasta el cansancio el viaje de su vida, sin embargo la realidad se interpone: Génova y Venecia están en guerra una vez más.

En esa época las repúblicas marítimas de la península itálica no contaban con flotas militares y, así como dominaban la política y la economía, las casas comerciales también eran la fuerza de choque. Por eso Marco debió pagar y «comandar una galera» que llevaba en el mástil el estandarte azul y plateado de la Casa Polo. Durante aquellos años en los que él recorría Oriente los genoveses se habían estado armando: ya derrotaron a Pisa y ahora «caen como bandada de halcones» sobre la flota veneciana. Pronto la nave de Marco queda rodeada y es acribillada, mueren casi todos sus tripulantes y a él solo le quedó rendirse «ante la supremacía del enemigo».

Marco Polo, ya «veneciano ilustre», es tomado prisionero y llevado a Génova donde termina en una celda ocupada por un hombre, «un tal Rusticiano de Pisa».  Resulta que Rusticiano era un escritor de romances, una especie de cronista de la época que se entusiasmó tanto con las historias de su compañero que tuvo la idea de escribirlas. Las horas y los días que siguieron transcurrían así: Marco hablaba y Rusticiano tomaba nota, eso por más de un año. Y así nació, de la memoria de un hombre y de la pluma de otro, la primera versión del libro de Marco Polo, que algunos llamarán «Il milione» porque contiene un millón de maravillas y ese es el número del infinito.

Había estado diecisiete años en Oriente, había olvidado su idioma, no había tomado notas durante el viaje pero confiaba en los recuerdos y si no, en su imaginación. Nada más supimos de Rusticiano, sí de Marco, que esta vez llegó a Venecia con «su relato en las alforjas» y dejó el comercio porque se había convertido en autor de un libro. Pasó los muchos años que quedaron hasta su muerte completando y corrigiendo los manuscritos y entregándoselos a nobles y príncipes. El libro de Marco Polo, que tiene muchos nombres, fue considerado durante siglos una enciclopedia completa del Oriente misterioso y una guía para viajeros: ¿Cómo son esas tierras? ¿Qué distancias deben recorrerse? ¿Cuáles son las costumbres de sus habitantes? Todo estaba ahí.

El original de Rusticiano nunca fue encontrado y se llamaba De las maravillas que yo he visto.

Algunos manuscritos circularon con el nombre La descripción del mundo.

La primera edición impresa tenía por título El libro de Marco Polo, el veneciano.

La primera edición en español se llamó Flor de las historias de Oriente; la francesa, Le livre de Marco Polo.

Entre los lectores también fue conocido como Il Milione, o El millón de mentiras.

La edición consultada se llama Los viajes de Marco Polo contados por él mismo.

Algunos lo conocen como El libro de las maravillas del mundo; otros como Mirabilia.

Mirabilia es la forma neutra y plural de un adjetivo: mirabilis, aquello que se puede admirar. Es un sustantivo que no designa un concepto abstracto (lo maravilloso) sino un universo de objetos: los objetos que se pueden admirar y también comprar. Después de todo, fue para eso que los Polo se aventuraron en tierras desconocidas.

Marco hablaba y Rusticiano tomaba nota, eso por más de un año. Y así nació, de la memoria de un hombre y de la pluma de otro, la primera versión del libro de Marco Polo.

Pero Marco trajo un universo más amplio. Trajo el relato de lo inabarcable y lo inconseguible que no está en los objetos sino en las palabras, porque el libro de Marco Polo es mucho más que muselinas, brocatos, tapices y cachemiras, hay más que turquesa, ágata, jaspe y lapislázuli; están también la mirra, el oro y el incienso que los auténticos reyes magos ofrendaron a Jesús. Los lectores deberían creerle porque él lo ha visto todo: nómades, bandoleros, ladrones, caníbales, idólatras y hechiceros. Ha recorrido el desierto y las ciudades, las calzadas, las campiñas, las comarcas, las ruinas, los palacios, las posadas y los castillos fortificados. Se ha encontrado con esqueletos vivientes que son ermitaños y viven del aire, con señores en fortalezas rodeadas de fuentes y jardines, con grullas y palmeras. Ha visto bueyes como elefantes pequeños, faisanes como pavos reales, y rinocerontes que eran como unicornios pero más gordos, más sucios y definitivamente más feos. Ha visto el milagro de un árbol que se transforma en una moneda de papel que sirve para comprar y vender. Ha estado en los confines y ha tratado con califas, reyes y emperadores, con ministros, embajadores y misioneros, con déspotas y con vasallos. Se ha topado con hombres de mil pueblos: turcos, kurdos, árabes, tártaros, persas y mongoles. Ha visto nigromantes y adoradores del fuego. Ha tratado con cristianos, nestoristas, jacobinos, sarracenos, brahamanes, paganos, budistas y seguidores del profeta. Ha atravesado un puente todo hecho de mármol tan grande y tan fuerte «por el que podrían transitar diez caballos y diez jinetes a la vez sin perturbarlo». Todo eso él lo ha visto y no podría haberlo traído a Europa, por eso le ha dictado a ese hombre en la celda su millón de maravillas, para que todos puedan conocerlas. Con Marco Polo el Oriente desconocido se transformó en el Oriente exótico.

La cuestión es que no todos le creen a Marco Polo. ¿Cómo recuerda, después de tantos años, cada detalle? Su libro está escrito en una lengua romance, una de las derivaciones del latín que se habla en las calles y en las casas. En esos tiempos los textos científicos se escribían en latín, la lengua de los eruditos, mientras que las ficciones circulaban en lenguas romance. Los límites del texto no estaban claros, algunos le creen y otros no, pero lo cierto es que el libro se lee una y otra vez, se copia y se reproduce, se comenta y se vuelve a leer. Así a lo largo del tiempo.

¿Por qué Marco Polo pasó a la historia y no su padre y su tío?

¿Por qué Marco Polo pasó a la historia y no Rusticiano?

Su padre y su tío se aventuraron por tierras peligrosas y desconocidas cuando nadie lo hacía y llegaron más lejos que otros. Viajaron, pero no lo contaron.

Rusticiano puso por escrito lo que alguien le contó sobre los países lejanos que visitó. Escribió, pero no vivió el viaje.

Marco Polo se ha convertido en la personificación del viajero a tierras exóticas porque en él confluyen las dos patas de esa bestia magnífica que es el relato de viaje: salir a ver cómo está hecho el mundo y volver para contarlo.

 


Las citas directas incluidas en este artículo han sido extraídas del libro Los viajes de Marco Polo relatados por él mismo, en la edición de 1947 de la Editorial Claridad, en Buenos Aires.

Esta versión fue traducida por Eros Nicola Siri, quien también escribió las notas preliminares.