Si vas a Culiacán no voltees. No veas a la gente de otros carros. No grites ni reclames. No pites. No cambies luces. No manejes en chinga ni andes rebasando. Y si te voltean a reclamarte y te cambian las luces y te gritan y te pitan y te pasan en chinga por un lado, rebasándote, no los peles.
Bienvenidos a Culiacán, Sinaloa, México, donde todos los caminos conducen al narco.
Y quien mejor conoce esos caminos es Javier Valdez Cárdenas, un maestro del reporterismo mexicano actual que, desde ese «puerto seguro» que es el semanario RíoDoce, escribe «cuentos reales del narco» con los que llena cada lunes su columna Malayerba, nombre que ahora da título también a su primer libro editado en España por Jus Editores.
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MALAYERBA. UN DÓNDE ES CUALQUIER LUGAR
Malayerba es Culiacán: balaceras con niños muertos.
Ciudad de placosos, plebada y mitoteo…
Malayerba es Culiacán: acelerones y frenazos de trocas lujosas y sin placas; de suburbans, de cheroquis; de una cheyén blindada, de aquella jámer, de este bemedobleú.
Ciudad de gatilleros y jalones…
Malayerba es Culiacán: mentiras grandes escondidas en «ojos centelleantes».
Ciudad de matones y machos enbilletados…
Malayerba es Culiacán: oreja o soplón, escucha a Chalino Sánchez o los Cadetes de Linares.
Ciudad de tiradores y gomeros…
Malayerba es Culiacán: donde, toda la ropa es obscenamente brillante.
Ciudad de pedas y pitazos…
Malayerba es Culiacán: donde se venden DVDs de películas como Tras las rejas por culero y Para narco cabrón federal más chingón.
Ciudad de batos, achichincles y morritas…
Malayerba es Culiacán: otro lugar de México donde nadie sabe nada, donde todo queda impune.
Ciudad de cotorreo y dar piso…
Ciudad de botas picudas y cintos piteados…
Malayerba es Culiacán: donde estas cosas terminan por ser rigurosamente ciertas, donde un cuándo es siempre, donde un donde es cualquier lugar.
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MALAYERBA. UN CUÁNDO ES SIEMPRE
Malayerba son
textos para afrontar la vida y despistar a la muerte…
Malayerba son
mapas de los puntos cardinales de Culiacán, Sinaloa: el narco, la impunidad, el dinero, la violencia, el machismo…
Malayerba son
hombres machos y machistas, güevudos, que saben del «negocio», de «tirar barra», de «andar de cabrones»…
Malayerba son
tacos de tripa cuando el día pardea con miradas cristalinas fruto de los enervantes, del Buchanans, del humo de la mota y de risas de polvo blanco pintadas en bigotes oscuros…
Malayerba son
mujeres buchonas, «siempre frescas, como recién bañadas»… Chicas Kalashnikov como las llamó el gran periodista mexicano Alejandro Almazán.
Malayerba son
tratados sociológicos, en forma de crónicas periodísticas, que ayudan a entender lo que significa tomar «atajos rumbo a la perdición».
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Malayerba son
sicosis diarias, peligros constantes, adheridas a pieles sudorosas.
Malayerba son
rolas de amores y quimeras, expresiones cursis y rimas fáciles.
Malayerba son
panteones como casas de lujo en cementerios que huelen a rosas, lirios y cocaína.
UNA SOCIEDAD ENFERMA DE NARCO
Malayerba es… (también)
impunidad,
historia,
rechazo,
miseria.
Malayerba es el ta ta ta ta ta ta ta… de una ametralladora AR-15.
Malayerba es el humo que sale del cañón de un cuerno de chivo.
Malayerba es un libro triste, duro y real.
Malayerba es un libro brutal, violento, porque Malayerba es ser «narculichi» y vivir en «Culichistán».
Malayerba es un magnífico ejemplo del mejor periodismo literario mexicano y está hecho en Culiacán, la cueva del lobo.
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TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN AL NARCO
Comprometido y determinado. Habla como si escribiera poemas. Confiesa que ha pensado en huir de Culiacán pero que no lo hará. Al menos no antes de que cierre RíoDoce: «Quiero quedarme hasta el final para apagar la luz». Dice que toma pastillas para dormir (hoy no lo ha hecho) y que, en ocasiones, teme por su familia. Conversamos largo y tranquilo: está sonriente y animoso. Me reclama por alguna de las preguntas. Nos reímos. Me llama «cabrón», con ese buen tono y con la familiaridad del cariño que expresa esa palabra cuando se pronuncia en México.
Javier Valdez Cárdenas hace periodismo de alta definición a partir de una realidad cercana que mira con microscopio. Hace «periodismo posible en condiciones imposibles» y sabe que reportear el narco en Culiacán sin «hacerse pendejo» es jugarse la vida.
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Vive en «una sociedad narca, agradecida con el narco» y ahí sigue haciendo periodismo en mayúsculas desde distancias muy cortas. Sus crónicas y libros (Miss Narco, Los Morros del Narco, Levantones, Con una granada en la boca, Huérfanos del Narco y Malayerba) han recibido reconocimientos y premios internacionales. Acaba de publicar en México Narco Periodismo en el que también habla del oficio y del narco en un libro amargo y conmovedor sobre esas mujeres y hombres periodistas mexicanos que hacen del oficio una lucha incansable por crear algo de conciencia en un país devastado.
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De hecho, Javier Valdez es muy reconocido entre los colegas del medio periodístico mexicano por ser un tipo bueno, noble y solidario, siempre dispuesto a ayudar, siempre dispuesto a colaborar con los periodistas foráneos y extranjeros que se acercan a «Culichistán», Sinaloa. Javier orienta, aconseja, ayuda y guía a todos esos reporteros, enviados especiales y corresponsales que llegan a Sinaloa para «comerse el mundo». Esos que siempre se van, esos que pocas veces vuelven; esos que, como explica Javier, «creen que esto que contamos es ficción», esos que no entienden que «escribir es también un acto de fe, de esperanza, porque teclear es no rendirse» en Culiacán, una tierra cálida donde todo va deprisa y donde el silbido de un balazo te espera a la vuelta de cualquier frase mal escrita.