I
A medida en que las limitaciones, motivadas por el estado de alarma se fueron eliminando la gente volvió a salir a la calle. Las terrazas no tardaron en llenarse de consumidores y las largas colas ante los comercios ocupaban gran parte de las aceras. Creímos que, tras meses de reclusión y de salidas limitadas en cuanto a espacio y tiempo, recuperábamos por fin la ciudad, que ésta volvía a ser nuestra. Ingenuos de nosotros. Porque, la verdad, es que no recuperamos nada. Volvimos a salir cuando se nos dijo que estaba permitido y salimos siguiendo las directrices que se nos dieron, haciendo caso al imperativo del consumo. Había —se nos repetía— que reactivar la economía. Era necesario consumir. Y no había mejor escenario que el espacio urbano. Volvimos a salir a la calle, sí, pero lo hicimos no como transeúntes, no como ciudadanos, sino como consumidores.
II
En el primer capítulo de La ciudad vista, Beatriz Sarlo contrapone la ciudad al shopping, al centro comercial; para la ensayis...


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